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Lo bello en lo sobrenatural. Anotaciones estético filosóficas en “Confluencias”, de José Lezama Lima

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"Obra - Todos los días oímos historias" de Omar Moreno

Fecha

01 Diciembre 2020

Autor

Amanda Pérez

01 Julio 2021

Fecha de recepción: 1 de abril, 2020

Fecha de aceptación: 5 de mayo, 2020

1.- PRELIMINARES

“¿Quién puede arrancar a la naturaleza un secreto?” (Kant, Crítica del Juicio, 1. La respuesta a esta pregunta kantiana parece encontrarse en la concepción de sobrenaturaleza, desarrollada en “Confluencias”, un ensayo escrito por José Lezama Lima, en 196816.

Si bien es cierto que la sobrenaturalaza es tema recurrente dentro de los estudios de la obra lezamiana, es interesante abordar el tema desde una óptica filosófica, con el fin de explicar que más allá de las implicaciones poéticas que encierra esa definición, bajo ella se esconde toda una línea de pensamiento que llevó a José Lezama Lima a conformar una estética trascendental, a hacer de la metáfora algo que precede a nuestras experiencias. El vínculo con Kant viene por la similitud que se encuentra entre la finalidad de su sistema de lo bello (das Schöne), desarrollado en la Crítica del Juicio y la finalidad buscada por Lezama con el problema de la sobrenaturaleza. Me parece que ambos conceptos pasan por diferentes etapas: en Kant por cuatro momentos, hasta desembocar en lo sublime2; y en Lezama, aunque no lo delinea de esa forma, se desarrolla a lo largo de su obra hasta llegar a “Confluencias”, donde hace un despliegue de su imago mundi. Por ello, en este texto resulta interesante resaltar cómo ambos se preocuparon por hacer de la experiencia estética un evento trascendental, libre de cadenas temporales y de qué manera Lezama retoma del análisis de lo bello y lo sublime kantiano como líneas de su razonamiento.

Como característica fundamental, su obra se propone indagar e interpretar el mundo a través de una imago poética, dígase, un esencialismo metafórico que inunda la vida y la existencia. Muy cerca a la tradición mística neoplatónica, concibe el mundo como una perfecta armonía propiciada y desplegada por Eros (o Amor universal, o Dios). Esta visión panteísta de una deidad superior implica que el mundo emana de su propia sustancia, aunque el espacio y el tiempo que ocupe esta sustancia se interprete como fuera del nuestro. De ahí la importancia que tiene lo trascendental dentro de la obra lezamiana, donde panteísmo y trascendencia conviven en su pensamiento de un modo semejante al que enseña la filosofía de Plotino. A raíz de lo planteado, la vida humana constituye, bajo su mirada, una lucha incesante por aprehender este principio esencial en medio del devenir temporal.

A lo largo de este movimiento, la poesía se torna el camino mediante el cual se puede transitar al estado contemplativo y de gozo que se da en la comprensión de la esencia del mundo, y alcanzado este punto, esa imagen, el poeta encuentra la máxima dicha del conocimiento y del amor. Debido a que esta esencia no es dual e incluye alma y cuerpo, la poesía en su devenir palabra, ha de rendir culto a la imagen, no solo como un mero recurso expresivo que se da a través de la experiencia, sino como movimiento a priori que no necesita venir de la experiencia. Su teoría filosófico-poética, así, se regodea en el develamiento de la imagen pura, desatándola de las ligaduras del tiempo y de las circunstancias.

2.- LA SOBRENATURALEZA LEZAMIANA

Una categoría imprescindible dentro de los estudios lezamianos es aquella que el autor cubano decidió llamar sobrenaturaleza. Esta será un derivado de la seconde nature pascaliana, espacio donde el hombre se sumerge tras el Pecado original3 . Pese a que dicha idea no representa algo positivo en la obra del filósofo francés4, en Lezama tomará un significado casi místico el cual traducirá los procesos, hasta el momento, invisibles a la mirada del hombre. Escribe Lezama:

¿Qué es la sobrenaturaleza? La penetración de la imagen en la naturaleza engendra la sobrenaturaleza. En esa dimensión no me canso de repetir la frase de Pascal que fue una revelación para mí, “como todo está perdido todo puede ser naturaleza”. La terrible fuerza afirmativa de esa frase me decidió a colocar la imagen en el sitio de la naturaleza perdida de esa manera frente al determinismo de la naturaleza, el hombre responde con el total arbitrio de la imagen. Y frente al pesimismo de la naturaleza perdida, la invencible alegría en el hombre de la imagen restituida. (319)5

La dimensión poética de la vida, que para Lezama existirá como otra dimensión real de la existencia, cobrará forma con la llegada de la sobrenaturaleza, dígase, con la conformación total del mundo poético donde el mundo de la vida se expande, no sólo a la interacción directa con los fenómenos, sino también a la relación que se establece entre el hombre y el lenguaje, o pensamiento metafórico. Por ello plantea: “No se manifiesta la sobrenaturaleza tan sólo por la intervención del hombre en la naturaleza, tanto el hombre como la naturaleza, cada uno por su propio riesgo, concurren en la sobrenaturaleza” (320). Este fragmento es de crucial relevancia debido a que deja una brecha abierta a la confirmación del momento genesíaco de la sobrenaturaleza. Por un lado, se podría pensar que esta es el cómputo de varias cosas, dígase: imagen, poesía, el hombre y sus creaciones, la naturaleza y todos los procesos que se encuentran implícitos en cada una de estas categorías. Por dicho cauce, la sobrenaturaleza sería una creación, un mélange que desemboca en una realidad diferente. Pero la frase: “tanto el hombre como la naturaleza, cada uno por su propio riesgo, concurren en la sobrenaturaleza” y la utilización del pronombre “a”, cuando nos dice “concurrir a”, podría ser interpretado de forma tal que ésta se comporta como un elemento a priori en el ser humano y que luego él, a través de la misma existencia y su desarrollo, va conociéndola y aprehendiendo todo su sistema de referencias a través de la imagen, “único recurso al alcance del hombre” (321).

La idea de una sobrenaturaleza apriorística guarda estrecha relación con la hipótesis de que la filosofía y la poesía son dos formas determinadas del pensamiento quese legitimanatravés dedosformasdiferentes, pero quecohabitan en un tronco común y que ambas aristas se encuentran —potencialmente— en cada uno de nosotros. Si bien dos preguntas interesantes serían qué y cómo se potencia cada una en el hombre, la preocupación fundamental de la filósofa será la relación de cada forma (dígase filosofía y poesía) con su agente fundamental: el sujeto.

Para el autor cubano la razón por la cual existe la sobrenaturaleza es debido al parentesco distintivo que hay entre el momento de la génesis de la existencia y el de la physis de esta, equivalente, desde su punto de vista, a la separación entre la filosofía y la poesía6. Hasta este punto, la idea concuerda con la pascaliana de la segunda naturaleza, pues ambas nacen debido —primeramente— a una pérdida, a una separación total entre elementos esenciales para la conformación del hombre y su entorno. En segundo lugar, a la preponderancia de una imagen que se metamorfosea con los cambios del sujeto, pero que se mantiene como eje central de ese nuevo habitar.

Aun así, no podemos pasar por alto ciertas diferencias que encontramos en ambas concepciones, debido a que una idea es la manifestación de algo negativo—recordemos que la segunda naturaleza advino tras el Pecado Original, causante de que hayamos perdido la facultad de habitar en la verdadera naturaleza— y la otra, pese a que es producto de una pérdida, no tendrá este matiz negativo que subyace en la idea pascaliana, sino que da oportunidad a la poesía, a la physis de reinar. Esto no niega el anhelo de que algún día, physis y gnosis se unan completamente y salgan de este carácter dual que legitima a la ontología y a la metafísica tradicional. Así lo manifiesta en el siguiente fragmento:

El día que podamos establecer un esclarecimiento entre el ocio y el placer, la verdadera naturaleza será habitada de nuevo, pues en ambos coexiste la espera de lo estelar; el mundo de la infinita abertura, pues la cabal relación del animal con su ámbito no ha sido todavía profundizada y desconocemos la manera cómo se establecen las interrelaciones del verbo universal pero algún día el mundo de la gnosis y el de la physis serán unívocos. (324)

El rechazo a la dualidad clásica que se establece desde la filosofía griega predominante está presente a lo largo de toda la reflexión filosófica lezamiana. A pesar de su conocimiento e interés, sobre todo por la obra platónica, no cabe dudas de que su interés por las tradiciones pitagóricas y órficas se debe, principalmente, a la compenetración que se da entre el cuerpo como physis de la existencia y el alma. Si bien el pensamiento dual predomina durante toda la Antigüedad, la cosmogonía órfica y su desarrollo moral establecen una conexión de dependencia entre ambos elementos.

Ahora bien, al pensar la sobrenaturaleza desde la ratio cartesiana como mismo, el reino de la imagen poética pertenece a otra dimensión, el tiempo sobrenatural responde a otra racionalidad. Es por ello por lo que, si bien en la sobrenaturaleza hay un tiempo, un ritmo, no se puede decir que es el tiempo real, el cual no representará nada en esta dimensión. Así argumenta: “Paradiso, mundo fuera del tiempo, se iguala con la sobrenaturaleza, ya que tiempo es también naturaleza perdida y la imagen es reconstruida como sobrenaturaleza. La liberación del tiempo es la constante más tenaz de la sobrenaturaleza” (324). Esta idea de tiempo imaginal se complementa con aquella del ritmo hesicástico, estado del equilibrio anímico donde el alma ha conseguido sobreponerse al influjo de las pasiones, lo que ha sido posible gracias a una nueva posición del sujeto frente al tiempo y frente a la historia que, frente un ritmo violento, se muestra como el estado de sosiego, de la sabia contemplación (322).

El elemento de contemplación, como parte de la sobrenaturaleza, nos remite a la idea kantiana de encontrar en la contemplación pura, lo bello puro y por ende el juicio estético puro 7. Es por ello que la physis, la poesía, y la asimilación de un lenguaje metafórico son parte de este mundo contemplativo, donde el sujeto, libre de representaciones preestablecidas, crea y se re-crea. Así, frente a la imagen telúrica, aquella que describe el telos, la imagen estelar (Lezama Lima, La cantidad Hechizada, 323) irá más allá de estas limitaciones para pasar a representar ese desocultamiento que subyace por todas partes. Será la imagen estelar la que dará paso al mito, al nuevo lenguaje, a toda una cosmología diferente que se cimenta en la estructura del poema, que tan importante será para la legitimación de todo este mundo.

3.- EL JUICIO REFLEXIVO

Una pregunta apropiada para comenzar esta sección sería: ¿Cómo se piensa la sobrenaturalaza?

Kant sostiene que, contrario al juicio determinante, el juicio reflexivo no se infiere a partir de una premisa general, sino de una particular, siendo labor del sujeto encontrar a partir de ésta una idea general:

Si lo general (la regla, el principio, la ley) es dado, el Juicio que subsume lo particular (aunque como Juicio trascendental suministre a priori las condiciones que por sí solas hacen posible esta subsunción), es y se llama determinante. Pero si sólo es dado lo particular, y el Juicio debe hallar en ello lo general, dicho Juicio es simplemente reflexivo. (10)

Por esta razón es que el juicio reflexivo es un juicio estético, ya que le da cabida a la especulación, a la creación de un universo totalmente subjetivo, a la elección de las imágenes que más le satisfaga, al libre pensamiento sin necesidad de preguntarse por la validez epistemológica de su juicio. Cuando Lezama nos habla del “hombre que no sólo germina, sino que también elige” (358) significa que este, en su dimensión poética, construye diariamente su entorno. Sus reflexiones no necesitan de un componente factual, pues la sobrenaturalaza ve, en todos sus actos, el objeto de una satisfacción necesaria, es decir, lo bello en su mayor estado evolutivo.

Respecto al sujeto, ambos ven en el juicio reflexivo la transformación de este, una autodeterminación que no cesa de determinarse. Ahora bien, mientras que en Kant hay una barrera entre el universo imaginístico y el sujeto que lo conforma, para Lezama el hombre también es parte de esta construcción poética universal. Esto ocurre debido a su constante relación con la imagen que se superpone a la naturaleza perdida y en esta relación el sujeto también se vuelve parte de ella. De no ocurrir dicho proceso, la sobrenaturalaza no existiera, pues la imagen nunca encontraría la necesidad de existir para otro y viceversa. Así confluyen, sin mayor aspiración que la mera confluencia.

4.- LA SOBRENATURALEZA COMO LA BELLEZA DE LA PÁGINA EN BLANCO

Quizás la metáfora adecuada para explicar el fenómeno de la sobrenaturaleza como evento netamente propio de un juicio reflexivo es la de una página en blanco. Ésta, por excelencia, es el lugar donde la contemplación misma trasmuta sin perder sus atributos. Pensemos en una página en blanco en espera de algún texto, pintura o composición musical. La primera relación de ese sujeto con ese objeto es puramente contemplativa y en dependencia de los juicios estéticos de cada cual, se puede encontrar en ella cierta belleza, siguiendo la idea de que el juicio reflexivo es netamente subjetivo y personal.

Esta belleza que nosotros acordamos llamar relativa, para Lezama se torna totalmente bella, debido a que la sobrenaturaleza se presenta ahí como el momento en que le atribuimos a ese papel, la imagen de un texto, una composición, algo que aunque aún no esté, mantiene su condición estética, ya que la mera imagen que nos construimos de las palabras organizándose en la página se torna bella a nuestro ojos: bella por ser la imagen de una imagen y bella porque sí, por el mero hecho de ver las palabras nadar en la blanca espesura8 .

De esta forma, el juicio reflexivo que parte de lo particular para especular sobre una idea general, se ve presente ahí. El ser humano se construye su concepción general del hecho. No le interesa su verosimilitud, no le interesa su nivel cognoscitivo. El juicio reflexivo escapa a todo esto, porque su finalidad no es hacer de la imagen un objeto de conocimiento. De hecho, carece de finalidad, bajo la mirada de Lezama.

Otro problema a tratar es el de la representación en la sobrenaturaleza. Lezama toma del gusto kantiano el problema de la representación como momento que sigue a la contemplación. La diferencia radica en que Kant ve el problema desde la relación sujeto-objeto y Lezama lo aplica a la relación poiesis-hombre. El escritor cubano le da vida propia a la poesía, pues ella se impone como una imagen de la imagen, como gruta en donde confluyen nuestra representación del objeto y la imagen que luego atribuiremos a esa primera representación. La contemplación del cielo taoísta (Lezama Lima, La cantidad Hechizada 45), como bien diría él, más, un cielo taoísta que es bello porque sí y nos afecta por su belleza en sí. Luego, pasa al mundo de la sobrenaturaleza, pues se difumina hasta volverse una construcción de nosotros mismos que muta por cada experiencia que vamos recolectando.

5.- ENTRE LO ESTELAR Y LO TELÚRICO

Lo que Lezama intenta con la idea de sobrenaturaleza es conformar una estética de lo bello, es decir, una estética libre, donde el hecho factual se despoja de cualquier significado per se y pasa a ser sólo un hecho contemplativo, sin conceptualizaciones, intereses y menos aún finalidad, pues como bien diría Kant:

No puede haber regla objetiva del gusto que determine por medio de conceptos lo que es bello; porque todo juicio derivado de esta fuente es estético, es decir, que tiene un principio determinante en el sentimiento del sujeto, y no en el concepto de un objeto. (362)

Bien pues, ¿por qué entre lo estelar y lo telúrico? “Como la naturaleza se ha perdido, todo puede ser naturaleza”, afirma Pascal (Pensamientos 34). Kant encontraría en la frase el asidero metafórico para su reflexión en torno a la incognoscibilidad del objeto y su célebre “cosa en sí”. Su respuesta al filósofo francés hubiese sido concisa: la naturaleza nunca se ha perdido; simplemente nosotros no podemos conocerla. Por esta causa, nunca encuentra al objeto bello material, sino la representación de esa belleza (única cosa que podemos conocer de ella) y a partir de este punto comienza su reflexión estética: la sitúa entre la imaginación y el entendimiento. Imaginación que sintetiza todas nuestras percepciones sensibles y entendimiento, que las conceptualiza.

Por otro lado, Lezama descubre en la frase pascaliana el detonante para esa imagen dormida en el hombre y lo hace responsable de la conformación de su universo: si la naturaleza está perdida y nada podemos encontrar que le pertenezca, pues la misma humanidad será el nuevo espacio de conocimiento que se representará de la naturaleza lo que le satisfaga9.

A partir de lo dicho anteriormente, se puede plantear que independientemente de la lejanía temporal, el filósofo alemán y el ensayista cubano se interesan por establecer una relación entre el cosmos y el universo poético, con lo metafórico, y esto solo es posible a partir de la construcción de una estética trascendental 10, donde la metáfora no necesita del poema para existir, pues ella es su propio espacio, su physis.

6.- CONCLUSIONES: UNA SOBRENATURALEZA APRIORÍSTICA

Una óptica interesante, dentro del universo lezamiano, sería pensar la sobrenaturaleza como hecho a priori. Kant plantea que todo juicio respecto a lo bello debe ser común (68). Entiende que el juicio debe estar compuesto por representaciones apriorísticas de las representaciones que se hacen los demás sobre éste. Es decir, la belleza de algo debe ser común para toda la comunidad de individuos. Estosoloimplicaelhechodesaberquealgoesbello, lasinterpretaciones que se puedan hacer acerca de esta belleza son irrelevantes aquí. Si hemos llegado al acuerdo de que la sobrenaturaleza, es aquello general que nosotros consideramos puramente bello, podría interpretarse como un a priori, pues el hombre sabe que va a reflexionar sobre las imágenes que acoplará a la naturaleza, sin necesidad de constatarlo, a partir de una experiencia empírica o fenoménica. El hombre no se detiene y piensa: “pondré una imagen en la naturaleza perdida y luego pasaré a representarme esta nueva naturaleza”. No. El hombre concientiza sus reflexiones a partir de la representación que se hace de esa nueva naturaleza y pasa por alto este primer momento en que él superpone la imagen. Este instante de creación de la sobrenaturaleza, del mundo de la poiesis, es propiamente apriorística. Se reflexiona a partir de la representación que se superpone a la realidad y eso es, en definitivas, lo que afecta. De ahí que la idea de sobrenaturaleza se convierta en una reinterpretación de la existencia telúrica, trascendental. Tanto es así que, para Lezama, la eternidad consiste en un estado del cuerpo donde éste quedará desligado de todos los cambios que el tiempo opera de continuo en el mundo terreno.

Ahora bien, cabe volver a la pregunta del inicio: ¿Quién puede arrancar a la naturaleza un secreto? La construcción del discurso como un todo de “Confluencias”, nos da a entrever que la naturaleza no tiene secretos, pues ella desaparece ante nuestros juicios. Los secretos los conformamos a través de la metáfora poética, de las imágenes que superponemos y luego nos sentimos libres y excitados ante el hecho de jugar a descubrir lo que nosotros mismos conformamos, a evocarnos como algo ajeno a nosotros.

La imagen en la poesía no puede contemplarse, en un primer momento, de otra forma que no sea a partir de la palabra. Por ello, se requiere de un uso creativo y estético que la aparte de la finalidad inmediata de la comunicación ordinaria. La palabra, en este momento del recorrido hacia la imago poética, hacia el mundo sobrenatural, es la llave de la imagen. Así, Lezama Lima intenta demostrar su teoría intentando alejar las palabras (y alejándose él también) del lenguaje racional-conceptual, para discurrir libremente por el camino aventurero de las imágenes, que adquieren en su lengua poética una expresividad hechizada y fascinante.

Su comprensión poética del mundo y su búsqueda de lo bello, a través del barroquismo, no debe ser considerado como un manejo rebuscado y alardoso de la lengua, sino que en todos sus casos devela frondosidad verbal, impulso inagotable de la palabra, una búsqueda de imágenes libres y sensaciones. No es, por tanto, una palabra recargada solo por motivos estéticos, sino que en esa palabra vibran los cuerpos, las imágenes, y con ellos, inseparablemente, la esencia común del universo. Palabra, al fin y al cabo, dativa: si es frondosa y abundante, ello solo se debe a la abundancia inagotable de la emoción y el pensamiento que se vuelven puros cuando alcanzan la belleza.

Notas

1 Para ser más exactos, en julio de 1968. Este ensayo fue publicado en La cantidad hechizada.

2 En su Crítica del Juicio, Kant define que lo bello atraviesa por cuatro momentos: Primero: “El gusto es la facultad de juzgar de un objeto o de una representación, por medio de una satisfacción desnuda de todo interés. El objeto de semejante satisfacción se denomina bello”; segundo: “Lo bello es lo que agrada universalmente sin concepto”; tercero: “La belleza es la forma de la finalidad de un objeto, en tanto que la percibimos sin representación de fin” y cuarto: “Lo bello es lo que se reconoce sin concepto como el objeto de una satisfacción necesidad” (Kant, Crítica del Juicio, 32-39-53-56)

3 La frase pascaliana dicta lo siguiente: “He aquí la parte que decepciona en el hombre, esta maestra de error y de falsedad tanto más embustera cuanto que no lo es siempre; porque sería regla infalible de verdad si fuera infalible de mentira. Pero siendo casi siempre falsa, no da señal ninguna de su cualidad, marcando con un mismo carácter lo verdadero y lo falso. No hablo de los locos, hablo de los más cuerdos; entre ellos es donde la imaginación tiene el gran don de persuadir a los hombres. Por mucho que la razón grite no puede poner la cosa en su punto. Esta potencia soberbia, enigma de la razón, que se complace en controlarla o en dominarla para mostrar cuan poderosa es en todo, ha establecido en el hombre una segunda naturaleza” (Pascal, Pensamientos 30). Esta es, precisamente es su definición de Imaginación y a su vez fundamento de lo que significa para él la existencia de una segunda naturaleza. Esta inspiración directa a la hora de elaborar la idea de la sobrenaturaleza, guarda estrecha relación con la idea viquiana de la existencia de una realidad mitológica tan real y válida como cualquier otra. Incluso, podríamos preguntarnos si realmente hemos salido de este primer momento “mitológico” donde nuestra realidad está totalmente permeada de elementos imaginarios que consagramos como verosímiles y legítimos. Sobre esta idea de no retorno a un primer momento puro, o como nos hemos atrevido a llamar, momento desmontado, articula Pascal su idea de la segunda naturaleza, cargada de toda una fundamentación religiosa. Para el filósofo, la verdadera naturaleza ha perecido tras la consumación del Pecado Original. La partida de Adán y Eva del Paraíso marca el inicio del castigo al cual el hombre deberá someterse. Esa noción de pérdida será aquello que lo hará infeliz durante toda su vida, agonía que no lo limita de vivir de manera “tranquila”. La inconsciencia misma, le dará la facultad de vivir seguro en un mundo creado por él (pues todo se conformará a partir de su subjetividad) pero a su vez lo hará sentir inconforme, incompleto debido a la pérdida que ha sufrido. Sólo podemos acercarnos a esta primera – nos dice el pensador – a través de la fe, que hace que recordemos la pureza.

4 La verdadera naturaleza del hombre, su verdadero bien, la verdadera virtud y religión son cosas cuyo conocimiento es inseparable. Así, una naturaleza que debería ser la real, pues es articulada por quien la vive, se convierte en una segunda que resguarda su identidad tras la première nature, que ahora únicamente existe como exigencia, como sentimiento de no tener más y como privación esencial. En la seconde nature, se manifiesta el carácter de la pura facticidad, de lo accidental, de lo rtificial. Esta segunda naturaleza consiste en un mundo de formas, de órdenes, de instituciones. No es más que un azar congelado, una arbitrariedad puesta en regla, una usurpación que se ha convertido en hecho. Es un puro artefacto que tiene varios nombres que expresan las representaciones y los sentimientos de valor que lo sustentan: costumbre, moda, imaginación, fantasía. De esta manera, el conocimiento que se supone de este estadio nunca podrá revelar el verdadero sentido de la existencia ni, por ende, de Dios. Es por ello por lo que nos dice en el fragmento 242: “No es de esta manera (como hacen los filósofos) que la Escritura, que conoce mejor las cosas que son de Dios, habla de ellas. Ella dice, al contrario, que Dios es un Dios oculto y que, después de la corrupción de la naturaleza, ha dejado (a los hombres) en una ceguera… ‘Vere tu es Deus absconditus’” (Isías, 45: 15)”

5 La frase pascaliana también podemos encontrarla en Pascal y la poesía, en Tratados en la Habana (25).

6 Para más sobre esta distinción, ver María Zambrano, Filosofía y poesía.

7 Kant nos diría: “No puede haber regla objetiva del gusto que determine por medio de conceptos lo que es bello; porque todo juicio derivado de esta fuente es estético, es decir, que tiene un principio determinante en el sentimiento del sujeto, y no en el concepto de un objeto” (Crítica del Juicio, 36).

8 Una interpretación parecida con respecto a la obra de arte podemos encontrar en Claude Lévi- Strauss cuando pregunta de manera retórica “¿Un documento, si es absolutamente original es una obra de arte por este simple hecho, o se necesita algo más?” (Arte, Lenguaje, 81-82).

9 De hecho, si bien Pascal se angustia por la lucha entre la naturaleza primera y la corrupción, Lezama encuentra en esta corrupción la posibilidad de crear la sobrenaturaleza.

10 Kant define lo trascendental como “el principio que representa la condición general, a priori, bajo la cual únicamente pueden las cosas llegar a ser objetos de nuestro conocimiento en general” (Crítica del Juicio 36)

Obras citadas

Lévis- Strauss, Claude L. Arte, Lenguaje, Etnología. La Habana: Instituto del Libro, 1970.

Kant, Immanuel. Crítica del juicio. Trad. Univ. de Buenos Aires: Juárez, 1969.

Lezama Lima José. Paradiso. La Habana: Letras Cubanas, 1985.

—. Tratados en la Habana. La Habana: Unión, 2010.

—. La cantidad Hechizada. Unión: 2010.

Pascal, Blaise. Pensamientos. Madrid: Colección Austral, 1944. Zambrano, María. Filosofía y poesía. CDMX: FCE, 1983.

Amanda Rosa Pérez Morales

La Habana 1990. Investigadora, narradora y ensayista. Directora del Centro de Estudios Filosófico-Culturales (CEFC). Doctorante en Filosofía en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México. Profesora adjunta en la Universidad de Oriente, México Ha publicado, entre otros, la novela El Jazz ácido de Nueva Zelanda y el libro de relatos, Diez.

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