Revista ZUR

Artículos

Algunas notas sobre el tiempo en “Hijos” y Space Invaders de Nona Fernández

cisne que representa el inicio de la seccion de articulos del quinto volumen de la revista de literatura ZUR y sus obras literarias

"Enlace entre dos mundos" de Yamile Alfaro Picco

Fecha

26 Enero 2022

Autor

Alfredo Fredericksen Neira

Universidad de Chile

26 Enero 2022

Fecha de recepción: 06 de septiembre, 2021

Fecha de aceptación: 08 de octubre, 2021.

1. Introducción

Antes de abordar el análisis que atañe a este artículo, es necesario referirnos a la novela postmoderna. El crítico norteamericano Ihab Hassan (1991) entiende el pensamiento posmoderno como un momento antinómico (de contradicción) de la mentalidad occidental. Sostiene que el objetivo del posmodernismo se podría resumir en la palabra “unmaking” (deshacer). Para Hassan, lo post-moderno no supone solo una ruptura, sino que constituye un verdadero desmontaje de la cultura moderna. Hassan acepta la existencia de otros términos más o menos afines al de unmaking como “deconstrucción”, “descentramiento”, “desaparición”, “discontinuidad”, “différance”, “dispersión”, etc., a los de los cuales no es difícil añadir muchos otros que también comienzan con “des”, y son prodigados por escritores posmodernos. Por ejemplo, “desacralización”, “desencanto”, “desfondamiento”, “deshumanización”, “desidentificación”, “deslegitimación”, “desrealización” y tantos otros.

Hassan declara que, de acuerdo con esta metodología deconstructiva, pensar bien y leer bien consiste en rehusar la tiranía de las totalidades. Esta perspectiva se asocia a una obsesión con los fragmentos o las fracturas, y al correspondiente compromiso ideológico con las minorías. De hecho, podríamos establecer relaciones entre las vanguardias y la postmodernidad, pues ambas plantean una lógica de renovación, pero la primera postula la destrucción anarquista de la tradición, mientras que la segunda reconoce que el pasado no puede destruirse, sino que debe ser revisitado con ironía para permitir la reconstrucción con un nuevo punto de vista. O sea, las vanguardias proponen que todo lo nuevo es válido (destruye e inventa), una lógica de innovación radical y lo antitradicional, mientras que la posmodernidad plantea que lo nuevo tiene valor relativo, una lógica de la renovación y un diálogo reconstructivo con el pasado. Además, un pensador como Umberto Eco entiende la posmodernidad como una reacción ante la esterilidad inevitable de la vanguardia por lo que una relectura exenta de ingenuidad debe manifestarse, entre otras formas, en la ironía, la travesura, la parodia y la autoparodia. Sin mencionar que “la respuesta postmoderna a lo moderno consiste en reconocer que, puesto que el pasado no puede destruirse —su destrucción conduce al silencio— lo que hay que hacer es volver a visitarlo; con ironía, sin ingenuidad” (Calinescu 269) y “el postmodernismo, tal como lo veo yo, no es un nombre nuevo para una nueva ‘realidad’ o ‘estructura mental’ o ‘descripción del mundo’, sino una perspectiva desde la cual uno puede preguntarse ciertas cuestiones acerca de la Modernidad y sus distintas encarnaciones” (Canilescu 271).

Ahora bien, para comprender el entramado teórico de la posmodernidad, lo primero que se debe hacer es examinar la relación entre arte y ciencia durante la segunda mitad del siglo XX. El nuevo interés del crítico viene de la sensación de que han ocurrido cambios importantes en la ciencia que deben ser reflejados por el arte; cambios que deben redundar en cambios en la conciencia artística. Hay cambios epistemológicos: la crisis del determinismo, la concepción de un lugar para el azar y el desorden en los procesos naturales y la aparición de nuevos cuestionamientos, por ejemplo, ¿cómo surge el orden en el desorden? De hecho, podemos rescatar a algunos pensadores del posmodernismo como Gianni Vattimo, quien afirma que estaría representado por la aparición de un pensamiento “débil” que se opone directamente al pensamiento “fuerte” (dominante, impositivo, universalista, atemporal, intolerante) de la modernidad, y Jean-Francois Lyotard, quien argumenta sobre la carencia de credibilidad de las concepciones universalistas de las que derivaba el proyecto moderno. Estas concepciones pueden dividirse en mitos y metanarrativas, considerando que los

mitos tradicionales legitimaban el conocimiento en términos de pasado (“este es el origen de”) y las metanarrativas lo hacían en términos de futuro, proyectadas hacia un fin universalista (“esto nos va a llevar a tal cosa”, como la Ilustración o el cristianismo), planteando un desplazamiento desde el universalismo hacia la desintegración en historias pequeñas, heterogéneas y locales1.

También, conviene contrastar la modernidad con la posmodernidad. Esto último, a propósito de que en el texto Itinerarios de la modernidad, Nicolás Casullo propone que ambos términos, más allá poseer una explicación general, se relacionan con ideas propias de la actualidad (por ejemplo, el concepto de “estar a la moda”). De este modo, la modernidad se va a entender como aquel proceso que surge a partir de un quiebre de los paradigmas que estaban establecidos en el mundo medieval, es decir, aquel mundo en donde la religión era el motor esencial del pensamiento y actuar humano. Es así como entre el siglo XVII y el XVIII comienza la Ilustración en Europa, movimiento marcado por la revolución, el empoderamiento de la burguesía, la posición de la ciudad como el espacio característico de la época, etc. Todas estas nuevas formas de desarrollo y pensamiento generan ciertas problemáticas que se originan en torno al choque entre la subjetividad y la razón en contra de los paradigmas basados en el ámbito religioso. Asimismo, dentro de esta época es posible encontrar —también como movimiento motor— al Romanticismo, el que dio cabida a conceptos como la interioridad, el sentimiento, la nación y la República, generando, de esta manera, ciertas reacciones negativas y contrarias al desarrollo de la modernidad. En definitiva, esta época se desenvuelve en torno a dos corrientes: la Ilustración y el Romanticismo, lo que da como resultado un nuevo conjunto de experiencias, las que serán llamadas “modernidad”.

Por otro lado, en El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado de Fredric Jameson, este propone un desarrollo para el concepto de posmodernidad. En comparación con la definición propuesta por Casullo, esta nueva época se caracteriza por ser una “pauta cultural” (Jameson 16) que se enfrasca en el desarrollo de un mundo basado en el fenómeno de la superficialidad (entendido como vaciamiento de la interioridad), en la crisis del sujeto y la crisis de la racionalidad. De esta manera, se vive (al igual que la modernidad) un ciclo de transformación de la matriz productiva del capitalismo, la cual, ya habiendo llegado a un desarrollo extremo, ha generado que las bases en las cuales se afirmaba la sociedad comiencen a decaer. El sujeto ya no existe como tal, el ser humano ya no está empoderado como se vio en la modernidad, ahora es parte de una masa. Asimismo, ya no es posible confiar en la viabilidad histórica de la razón porque, aunque en años anteriores ello se había pensado, en la posmodernidad realmente entra en crisis la racionalidad. En definitiva, Jameson nos habla a través de diversos elementos propios de esta época: el desencanto, la producción en serie, el fetiche, la vacuidad, etc2.

Todo lo anterior, permite una adecuada contextualización para el análisis de “Hijos”. Nuestra tesis se enuncia así: “Hijos” de Nona Fernández anuda su potencia testimonial en un hecho decisivo en la historia de nuestro país, a saber, la dictadura militar en Chile. Por lo mismo, centraremos nuestro ensayo en algunas notas sobre el tiempo.

2. Hacia los devenires de la Historia.

A grandes rasgos, el relato “Hijos” de Nona Fernández, incluido en la colección de relatos Volver a los 17 editada por Óscar Contardo y publicada a propósito de los 40 años del golpe militar en Chile, relata de manera autobiográfica y no ficticia, una historia de postdictadura. En 1980, la autora recuerda su época escolar en su colegio particular subvencionado, ubicado en Avenida Matta. Por lo mismo, es que podemos afirmar que, desde un punto de vista estructural, la noción verbal del “escribir” construye una relación del narrador del texto con su relato. Un rastro que incide en la subjetividad es la temporalidad de la enunciación, o sea, aquella que da paso a la ruptura de la tradición romanticista (la figura del “yo”). El juego entre los discursos, “inocente” y polar, testimonia hechos históricos y acontecimientos que no se borrarán con el tiempo. Por un lado, habrá un discurso objetivo (o sea, aquel que forma parte de un pasado) y, por otro, uno subjetivo (o sea, aquel que permite filtrar una mirada de niños y niñas de una generación marcada a sangre).

Esto último perfectamente lo podemos ligar a Barthes, porque para él hay diferentes tipos de tiempo dentro de la escritura: la enunciación o discurso y el tiempo fuera del discurso (pasado, histórico, etc.). Señala que “hay un primer sistema, o sistema de discurso propiamente dicho, adaptado a la temporalidad de la enunciación, cuya enunciación sigue siendo explícitamente el momento generador” (Barthes 26) y que “el sistema de la historia, del relato, apropiado a la relación de los acontecimientos pasados, sin intervención del locutor […] cuyo tiempo específico es el aoristo, el tiempo que es precisamente el que falta en el sistema del discurso” (Barthes 26). Así, en “Hijos”, “no existe otro tiempo que el de la enunciación, y todo texto está escrito eternamente aquí y ahora” (Barthes 3). Tomando lo anterior, deberíamos tener presente el siguiente esquema de Barthes sobre la posición del escritor en la literatura:

esquema explicativo sobre la posicion del escritor con respecto a la literatura

Como se señaló anteriormente, deberíamos considerar a la escritura como el acto presente del lenguaje. A través de una primera persona se rastrea de la manera más palmaria una novela con carácter monológico. Entre un “yo” cercano y un “él” distanciado, la potencia del tiempo. Vamos al texto, que refiere al recuerdo con Estrella González:

Yo una vez fui a darme una vuelta al Parque O’Higgins con el tío Claudio. González me invitó y nos subimos con Maldonado y ella en el asiento de atrás. Llegamos hasta el Pueblito y luego dimos un paseo largo. El Chevy era lindo y cómodo, con unos asientos de cuerina azul, suaves, brillantes, con un olor a menta que salía de un saquito de terciopelo que colgaba de una de las manillas de señalización. (Fernández “Hijos” 92)

Yo una vez fui a darme una vuelta al Parque O’Higgins con el tío Claudio. González me invitó y nos subimos con Maldonado y ella en el asiento de atrás. Llegamos hasta el Pueblito y luego dimos un paseo largo. El Chevy era lindo y cómodo, con unos asientos de cuerina azul, suaves, brillantes, con un olor a menta que salía de un saquito de terciopelo que colgaba de una de las manillas de señalización. (Fernández “Hijos” 92)

A veces pienso en ese viaje al Parque O’Higgins en el Chevy Rojo. El asiento de atrás con esa cuerina azul, suave, brillante. Imagino a alguno de esos tres hombres sentado ahí, viviendo los últimos minutos de su vida camino al aeropuerto Pudahuel. He buscado información para saber cuál de los tres viajó en el Chevy, si lo hicieron juntos o separados, si lo hicieron sentados en ese asiento en el que yo estuve, o si viajaron en la maleta, escondidos y amarrados como sé que estaban, pero cuando la encuentro rápidamente la olvido. (Fernández “Hijos” 96)

La memoria es como brasa que reluce y no se extingue; sí, el texto deja pasar leves hilos de su luz precisamente en este ejemplo, puesto que se produce una conciencia ambigua desde el yo personal de la protagonista y un yo ausente. La figura del autor desaparece porque la escritura se despliega, pues “una vez alejado del autor, se vuelve inútil la pretensión de ‘descifrar’ un texto. Darle a un texto a un autor es imponerle un seguro, proveerlo de un significado último, cerrar la escritura” (Barthes 4). Nosotros, como lectores, nacemos, y ciertamente perdura el sujeto de enunciación porque se trata de una novela autobiográfica.

Esto último podríamos ligarlo al texto de Michel Foucault que confiere importancia al funcionamiento de las prácticas discursivas. Según el autor, “esta relación de la escritura con la muerte se manifiesta también en la desaparición de los caracteres individuales del sujeto escritor” en donde, “la escritura se trata de la apertura de un espacio donde el sujeto que escribe no deja de desaparecer” (Foucault, 13). Esta distinción es decisiva, porque la primera relaciona escritura y muerte como ausencia mientras que, por otro lado, la segunda grafica la escritura como praxis, o sea, no como resultado, sino como el acto mismo. Todo servirá para explicar lo siguiente: si antes los relatos escritos acercaban a la inmortalidad, ahora se asume la muerte como desplazo del sujeto escritural. Además, habría que tener en cuenta que con Foucault hay un nuevo régimen de sensibilidad histórica.

La arqueología, en este autor, no trabaja con “monumentos” como el arqueólogo tradicional, sino con “archivos”. Los “archivos” permiten conocer discursos y prácticas institucionales con respecto a los locos, prisioneros, anormales, etc. De hecho, Gilles Deleuze lo llamará un “archivo- audiovisual” que propone dividir en: a) lo enunciable como todo aquello que se dice en una determinada época (archivos de hospitales psiquiátricos, médicos, archivos policíacos, penitenciales, etc.) y b) lo visible como aquello que se da a ver en una determinada época (espacios y arquitecturas: hospitales, prisiones, etc.).

Dicho esto, el problema de la escritura como muerte en “Hijos” puede ligarse a Barthes, toda vez que arrojados a la pregunta “¿quién habla?”, parafraseando a Samuel Beckett, detectemos una honda relación entre los desplazamientos de significados. El encontrar ese espacio vacío (intermedio) y el fundamento en el acto del sujeto escritural (la imagen del autor pierde relevancia). Foucault distingue entre nombre propio y nombre del autor, pues el último cumple un papel discursivo. No va del interior del texto al exterior de individuo escritural, sino que queda suspendido en el espacio vacío. Nona Fernández se ubicará de esta manera, más no al interior de su propio texto:

Para un discurso, el hecho de tener un nombre de autor, el hecho de que pueda decirse que ‘esto ha sido escrito por fulano’, o que ‘fulano es su autor’, indica que este discurso no es una palabra cotidiana, indiferente, una palabra que se va, que flota y pasa, una palabra inmediatamente consumible, sino que se trata de una palabra que debe ser recibida de un cierto modo y que debe recibir, en una cultura dada, un cierto estatuto. (Foucault 22)

La imagen de la niña callada y reservada que era Estrella González se desdibujará, porque no deja de aflorar la incertidumbre de no volver a los suyos, por las desapariciones de alumnos —acaso como esta lista interminable con números y apellidos de alumnos—, directores y apoderados. De aquí que podamos ligar esto a la reescritura de Space Invaders. Esta última reescritura, a grandes rasgos, narra cómo los marcianos son civiles que esperan la muerte en cada capítulo. Ya lo escribe Barthes: “un texto está formado por escrituras múltiples, procedentes de varias culturas y que unas con otras, establecen diálogo, una parodia, un cuestionamiento, pero existe un lugar en el que se recoge toda esa multiplicidad y ese lugar no es el autor como hasta hoy se ha dicho, sino el lector” (4).

Tanto “Hijos” como Space Invaders restituyen el tiempo pasado a través de la memoria. Si bien en “Hijos” sabemos que se trata de una autobiografía, Space Invaders nos  arroja  a  la  siguiente incertidumbre: ¿ficción o realidad? En “Hijos”, los personajes no dudan, en Space Invaders, sí. En “Hijos” la protagonista es Nona Fernández, en Space Invaders es Estrella González. En esto último hay una diferencia, a mi modo de ver, decisiva: Space Invaders es relatada por Estrella González que retoma “Hijos”, donde muere a manos de su ex. Más allá de estas breves diferencias, creemos oportuno destacar las palabras de Jaime Pinos, quien señala que: “esta novela habla también sobre la dictadura como maquinaria de disciplinamiento. Recoge su programa, los gestos y rituales impuestos para la formación de buenos ciudadanos, respetuosos y obedientes. Sus estrategias cotidianas para adoctrinara los niños en los valores proclamados del orden y el amor a la patria” (Pinos parr. 7 2013).

O bien, lo que señala Patricia Espinoza, quien la califica de: “una novela breve, pero profundamente evocativa, donde la memoria pasa a ser una especie de dañado álbum fotográfico, con secuencias temporales quebradas que difuminan la linealidad y capítulos que se niegan a bajar la tensión, generando una sospecha de horror continuo” (Espinoza parr. 3 2013).

Lo que comentan ambos críticos podemos enlazarlo con lo que sostenía Gilles Deleuze respecto a lo serial. No nos limitaremos a señalar precisamente lo simbólico (inabarcable), lo real (aquello tangible: el discurso) y lo imaginario (lo que se cree que es). Para Deleuze el lenguaje es la base de la estructura, entendiendo a esta como las relaciones posibles (relaciones y valores). Por lo mismo, deberíamos comprender que tanto “Hijos” como Space Invaders se articulan allí donde se engarza el pasado, el presente y el futuro, pues:

[…] no hay estructura más que lo que es el lenguaje, aunque se trate de un lenguaje esotérico o incluso no verbal. No hay estructura del inconsciente más que en la medida en que el inconsciente habla y es lenguaje. No hay estructura de los cuerpos más que en la medida en que los cuerpos se suponen de algún modo que ‘hablan’ con un lenguaje que hace síntoma, que es el lenguaje de los síntomas. Las cosas mismas en general no tienen estructura sino en la medida en que sostienen un “discurso” silencioso, que es el lenguaje de los signos. (Deleuze 224)

Esto puede servir para graficar que tanto “Hijos” como Space Invaders patentizan personajes e historia través del lenguaje, o sea, habría un entendimiento entre la estructura y el sistema de signos. Lo importante es que ambas novelas —y esto tiene que ver con lo serial— tienen un modo de organizar la estructura, es decir, confieren importancia al tiempo dentro de su realidad virtual y actualizada. Por lo mismo, bien puede aplicar la analogía del tiempo con la estructura, toda vez que, son variables porque dependen de las relaciones que se establecen. Así, la disposición relacional cobra valor dentro de ambos textos en una estrecha relación.

3. Conclusión

Finalmente, cabe hacer notar que “Hijos” reaviva la memoria a través del tiempo que anuda su potencia desde la situación límite que está lejos de cauterizarse en Chile: la dictadura militar. Así, el trabajo de Nona Fernández nos recuerda a Tesis sobre filosofía de la historia de Walter Benjamin, específicamente la octava, donde señala que:

[…] la tradición de los oprimidos nos enseña que el “Estado de excepción” en que ahora vivimos es en verdad la regla. El concepto de historia al que lleguemos debe resultar coherente con ello. Promover el verdadero Estado de excepción se nos presentará entonces como tarea nuestra, lo que mejorará nuestra posición en la lucha contra el fascismo. (Benjamin 60)

Esta cita amerita cierta explicación: el concepto de historia desactiva el Estado de excepción que deviene en regla para los oprimidos, o sea, el fascismo. Una violencia suspende el derecho vigente respecto a su fundación, suspende en su suspensión, o sea, suspende el derecho, pero no considerando la fundación o conservación de un Derecho –este “verdadero Estado de excepción”. Esto sería la revolución, o sea, aquella que modifica la representación del tiempo histórico. Ahora bien, como forma de considerar más la obra literaria, tendría que decir que tanto en “Hijos” como Space Invaders es posible reconocer dos modos de aproximación a la literatura:

  1. Interpretación: Nombrada de diferentes formas: lectura, exégesis, Tiene por finalidad construir un discurso crítico que medie entre la obra y su lector. La obra literaria es objeto último y único.
  2. Poética: Aproximación científica al texto literario, en donde se determinan las propiedades distintivas del discurso literario, que permiten diferenciarlo de otros tipos de discurso y que le van a permitir a una obra cualquiera, calificarla de

Por último, es pertinente señalar que en la interpretación y poética se suscita una complementariedad, en tanto: ¿cómo es posible llegar a determinadas propiedades abstractas si no se realiza el análisis científico de múltiples obras? Y, ¿cómo es posible determinar cuáles obras pertenecen al mundo de la literatura si no se tiene en consideración dichas definiciones abstractas? En la lectura de los textos se detectan los rasgos, características y particularidades en común que permiten distinguir otros tipos de lenguaje y de discursos.

Notas

1 Un ejemplo de posmodernismo lo encontramos en la arquitectura, de hecho, es en la arquitectura donde el término posmodernismo comienza a ser definido más El posmodernismo en arquitectura critica la estética y los supuestos ideológicos del modernismo. Si para Ial Bauhaus “menos es más” para la posmodernidad “menos es aburrido”. Frente a la tabula rasa planteada por el modernismo arquitectónico, el posmodernismo propone un nuevo historicismo. El posmodernismo plantea un tratamiento reconstructivo del pasado, muestra preferencia por la duplicidad del código y la multiplicación mediante alusiones, citas, refundiciones, o anacronismos deliberados que buscan parodiar. Si el modernismo consideraba la cita como algo impuro, el posmodernismo puede ser considerado como una estética “citacionista”, que revaloriza el recurso desde una nueva perspectiva

2 Además, otros autores (no considero pertinente nombrarlos todos) han propuesto las siguientes características para la época de la posmodernidad, las que considero complementarias a las planteadas por Jameson: 1) el cuestionamiento de la división entre realidad y ficción, 2) el establecimiento que todo es artificio, todo es construcción, 3) el otorgamiento de un trato idéntico ha hecho y ficción; realidad y mito; verdad y mentira; original e imitación como manera de problematizar tal separación, 4) el recurrir al perspectivismo narrativo, porque no es lo mismo que el psicologismo, 5) interesan distintas versiones de un mismo hecho o diferentes discursos sobre este 6) el presentar una duplicación y multiplicación de comienzos, finales y acciones, 7) el tematizar paródicamente tanto la figura del autor y como la del lector, 8) acudir a la metaficción, pues se trata de una escritura autorreferente), 9) el presentar versiones extremas del narrador indigno de En síntesis, para el posmodernismo literario la realidad no es más que un compuesto de constructos y ficciones.

Obras citadas

Barthes, Roland. “Escribir ¿Un verbo intransitivo?”, “La muerte del autor”, “De la obra al texto”. El susurro del lenguaje. Trad. C. Femández Medrano. Buenos Aires: Paidós, 2013.

Benjamin, Walter. “Sobre el concepto de historia”. Obras, I. Trad. Pablo Oyarzún Robles. Madrid: Abada, 2008.

Casullo, Nicolás. Itinerarios de la modernidad. Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires, 1996.

Calinescu, Matei. Cinco caras de la modernidad: modernismo, vanguardia, decadencia, kitsch, posmodernismo. Trad. Francisco Rodríguez Martín. Madrid: Editorial Tecnos, 1991.

Deleuze, Gilles. ¿En qué se reconoce el estructuralismo? Trad. Juan Bauzá. París: Ed. Minuit, 2002.

Espinoza, Patricia. “Crítica Literaria”. Las Últimas Noticias, 22 de noviembre, 2013. Consultado el 11 de septiembre de 2016. https://cutt.ly/UUwzzOE

Fernández, Nona. “Hijos”. Volver a los 17. Recuerdos de una generación en dictadura. Ed. Óscar Contardo. Santiago: Planeta, 2013.

Fernández, Nona. Space Invaders, Santiago: Alquimia, 2013.

Foucault, Michel. ¿Qué es un autor? Trad. de Silvio Mattoni. Córdoba: Ediciones literales, 2010.

Foucault, Michel. La arqueología del saber. Trad. A. Garzón del Camino. Argentina: Siglo XXI, 2004.

Hassan, Ihab. “El pluralismo en una perspectiva postmoderna”. Criterios 29 (1991): 267-288.

Jameson, Fredric. El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado. Trad. José Luis Pardo Torío. Barcelona: Paidós, 1991.

Pinos, Jaime. “Space Invaders: formas de rescatar el pasado”. Revista Intemperie, 2013. https://cutt.ly/QY4UHpv. Consultado el 11 de septiembre de 2016.

Alfredo Fredericksen Neira

Investigador independiente chileno. Diplomado en Literatura en Lengua Inglesa (Centro de Estudios Avanzados PUCV, 2019), Diplomado en Poesía Universal (Centro de Estudios Avanzados PUCV, 2018), Diplomado en Historia del Arte (Centro de Estudios Avanzados PUCV, 2017), Diplomado en Estudios de la Religión (PUC 2016), Diplomado en Arte y Estética Árabe-Islámica: clásica y contemporánea por la Universidad de Chile (CEA- 2015), Diplomado en Teologías Políticas y Sociedad por la Universidad de Chile (CEA, 2014), Diplomado en Psicología Jungiana (PUC, 2014) y Diplomado en Cultura Árabe e Islámica por la Universidad de Chile (CEA, 2014).