Novela Nocturna
A espaldas de un desconocido para nadie
pululan, ante el ulular aberrante y silencioso de varios jóvenes enamorados
de ideas revolucionarias, nubes gigantescas con forma de aves nocturnas; ¡eternidad!
Murciélagos en la lumbre descorchan destellos lunares y llameantes lobos aúllan embelesados ante misteriosas fauces, vestidas por un velo inflamado.
A espaldas de una ramera desconocida para nadie maúllan demoníacos espectros urbanos,
y a lo lejos, un bebé rabioso penetra el calcio
de la hiel de su madre, aún sin haber sido concebido.
Se desviste ella en paraísos artificiales desolados por una levedad, que viene de puertos sin océanos y faltos de doctrina.
Hoy la luna, no se refleja en los estanques elevados,
ni siquiera en el más cruel abrevadero, dónde cocodrilos flácidos destierran su fratricidio solar.
Hoy los lobos ya no oran, como un árbol cansado y triste, son violados por los ángeles
invisibles
de los ramos de la luna.
Pasaje de un caminante
Como helada agua de noches veraniegas,
que huye del diálogo con las rocas subterráneas; por calles mudas que el sentido destierra,
camina herida…
hacia la profunda voz ciega.
Y las fachadas todas deshiladas
con bolsas muertas crean una sombra
en la penumbra del millar de manos sedosas, y se escabulle, como una nube dulce…
Las algas eran opacas y estáticas,
pero el viento se adentró cauto en la tubería y ahora siempre camina, y
se pregunta:
¿cuándo, enigmática, templó al tiempo la hojarasca? Caricia a lo extraño
Puedo regocijarme de lo efímero en tu reflejo, que en un charco insolente se me presenta
al pasar por mi lado marcado,
por el pétreo saludo de mi vagancia.
Me substrae unificado
el aroma de un grito y murmullo,
en una cabeza, como una península de antaño,
justo cuando el hielo
me muestra lo eterno de la sangre derramada en un epitafio.