Una mañana desperté sin anhelos, sueños ni proyectos el mundo vuelto al revés y sobre mi cama desconcierto.
Estábamos en guerra con un enemigo sin fronteras
que entre besos y abrazos diezmaba familias enteras.
Pequeña, insignificante polimorfa y dispersa
la peste invadió hogares, se sentó a nuestra mesa.
Actuamos con indolencia, muchas veces premeditada
y descuidamos al vecino que tanto nos necesitaba.
Las aulas quedaron vacías, los pupitres yertos
los maestros en cautiverio y los recreos desiertos.
En las calles circulaban en busca de sustento
rostros desdibujados de fantasmas encubiertos.
Su reinado implacable no respetó día, hora ni lugar
solo buscó manos displicentes y una distancia eficaz.
Como raza humana fuimos egoístas e imprudentes
y administramos con indolencia lo precario de nuestro presente
No recuerdo la sonrisa de mis padres ni el brillo de la luna
el encierro me condena, el miedo me tortura.
¡Donde quedaron los días de gozo y libre albedrío!
que antaño alimentaron el alma de padres, hijos y amigos.
Necesito esperanza, aunque sea un breve destello
para sentir que sigo viva y agradecer por ello.
Katherine Rossel Corvalán
Médico pediatra. Emplea la escritura de cuentos y poemas como una forma de liberar su espíritu en forma lúdica. Ha publicado trabajos en revistas, convocatorias y congresos de literatura amateur.