Revista ZUR

Artículos

La inversión del mito griego en Pedro Páramo. El viaje al inframundo

cisne que representa el inicio de la seccion de articulos del quinto volumen de la revista de literatura ZUR y sus obras literarias

"Enlace entre dos mundos" de Yamile Alfaro Picco

Fecha

26 Enero 2022

Autoras

Yosyua Neira-Escalona y Jenifer Jara-Rodríguez

Universidad de La Frontera.

26 Enero 2022

Fecha de recepción: 12 de marzo, 2021

Fecha de aceptación: 02 de agosto, 2021.

Resumen: Este artículo aborda la inversión del mito griego del descenso al inframundo en la novela Pedro Páramo del mexicano Juan Rulfo. En la obra, Juan Preciado es una especie de héroe que desciende al inframundo en busca de su padre, guiado por un mulero; pero, a diferencia, de los héroes griegos, este no logra salir de allí y fracasa, pagando su osadía con la muerte. A partir de este desenlace se observa un relato desde la otredad, desde la visión de los vencidos por Occidente: el pueblo latinoamericano. En las siguientes páginas se abordará la concepción de mito, su rol como influencia literaria a través de la intertextualidad y su proceso de deconstrucción, para luego analizar en detalle cómo se evidencia esta inversión a través de elementos narrativos tales como el espacio físico en que se desarrolla la historia, el personaje del padre Rentería y, esencialmente, en la figura del héroe: Juan Preciado.

1. Introducción

Pedro Páramo, novela publicada en 1955, al ser considerada una obra de influencia significativa en el desarrollo de la narrativa mexicana, con rasgos modernistas y experimentales, inscribe a Juan Rulfo como uno de los escritores más destacados del siglo XX (Almond 223; Kenny 73). Primeramente, esta novela sitúa al lector en un viaje (Jong-Deuk), ya que es la es la historia de una exploración que se inicia cuando Juan Preciado promete a su madre, en el lecho de muerte, ir en busca de su padre Pedro Páramo, a quien nunca conoció, emprendiendo así su camino “hacia Comala, un pueblo mítico, que está sobre las brasas de la tierra, en la mera boca del infierno” (Rulfo 8), lugar en el que solo encontrará almas en pena y, finalmente, la muerte (Subercaseaux 139).

Una segunda característica que posee la obra es la ruptura del tiempo de la historia, confundiendo la realidad por medio de alucinaciones. Es así como en sus páginas aparecen de pronto narradores fantasmales, a veces desconocidos, que a través de sus narraciones nos sitúan en el pasado del pueblo, cuando este aún tenía vida. Estas particularidades en su narrativa la han inscrito dentro de los inicios del denominado “realismo mágico”, pues lo mágico-realista considera dimensiones de la realidad concreta fusionadas con aspectos inexistentes que resultan irreales e inexplicables (Quezada y Villalpando 297). Esta clasificación es fundamental en lo que se plantea en este artículo respecto a la reescritura del mito, ya que este movimiento se caracteriza por fundir lo mítico propio de las culturas latinoamericanas con lo real.

Es posible distinguir que en esta novela los leimotivs apuntan no solo al viaje, como ya se mencionó con anterioridad, sino también al mito y a la muerte. Si bien el mito se concibe como un texto que tiene por función “revelar los modelos ejemplares de todos los ritos y actividades humanas significativas” (Bartra 14), en este estudio se considera que en Pedro Páramo “lo que se presenta en la novela no es la mitificación de las situaciones, es la deconstrucción del mito” (Castañeda). Por su parte, respecto al tópico transversal de la muerte, Finol señala que esta “estructura de manera decisiva toda la novela” (242). Es por eso que, a partir de estas nociones, en este estudio se analizará la visión del viaje al inframundo que se ofrece en la obra en contraste con la versión que corresponde a la mitología griega.

Para ello, primero se abordará brevemente el concepto de mito, su rol como influencia literaria a través de la intertextualidad y su proceso de deconstrucción mediante la propuesta de Kristeva, para luego analizar en detalle cómo se evidencia esta inversión a través de elementos narrativos tales como el espacio físico en que se desarrolla la historia, el personaje del padre Rentería y, esencialmente, en la figura del protagonista: Juan Preciado.

2. La deconstrucción del mito universal

El ser humano desde sus orígenes se valió de los mitos para encontrar una respuesta a sus cuestionamientos esenciales. Para Eliade, el mito es una construcción cultural excesivamente compleja, ya que, si bien es posible determinar un conjunto variado de rasgos entorno a la noción, lo que genera múltiples acepciones en relación al término, existe un acuerdo respecto a que este tipo de relato se concibe como una narración fundacional que busca la comprensión del mundo mediante la explicación de sucesos desde un punto de vista sobrenatural (12). Desde una perspectiva puramente literaria, existe “una permutación de textos, una intertextualidad: en el espacio de un texto varios enunciados, tomados a otros textos, se cruzan y se neutralizan.” (Kristeva 147). Existe, por tanto, una estructura hipotextual que da origen a subtextos o intertextualidades, es decir, versiones secundarias de las obras narrativas (Uribe 20).

En Pedro Páramo se evidencia una analogía entre Comala y América, y es que en el continente americano se cuenta con una gran variedad de mitos, heredados principalmente de la civilización occidental (Herrero y Morales 15), junto a relatos propios de las culturas precolombinas. Es así como en esta obra se entremezclan en sus páginas “la mexicanidad y la universalidad” (Martínez 19), pues coexisten las creencias del pueblo mexicano junto a tópicos recurrentes de la literatura universal, como los relatos míticos (Gacinska 94). En relación a lo anterior, Roldán plantea que, tanto los relatos occidentales como los latinoamericanos, se apartan de la tragedia griega original, parodiándola (Roldán 244; Bartra 34; Subercaseaux 139; Kenny 81). De esta manera, Rulfo no realiza una imitación, sino que invierte el relato original, lo trasgrede, lo resignifica y deconstruye.

3. Comala: el inframundo

En Pedro Páramo, el descenso al inframundo es uno de los tópicos principales. La cultura mexicana se caracteriza por el culto a la muerte y por la creencia de que “la oposición entre muerte y vida no era tan absoluta” (Paz 25). Al igual que los griegos, se creía en la existencia de un submundo donde iban a parar las almas de los muertos (Martín 160). No obstante, cabe señalar que esta narración, a pesar de poseer las características propias de sus raíces mexicas, también posee elementos que se alejan de esta visión y convergen más bien con los de la Grecia Antigua y sus ritos.

Lo primero que es necesario esclarecer es la situación del espacio narrativo: ¿es Comala un pueblo abandonado? ¿Será acaso una alusión al Averno? Comala es comprendida como “una ciudad fantasmal, los personajes vagan por ella convertidos en fantasmas asediados por los recuerdos de Pedro Páramo” (Osorio 68). González-Allende, sostiene que en la obra de Rulfo la localización del pueblo se encuentra en una zona hondonada y subyugada por el calor, que apunta directamente al infierno (7); sin embargo, resulta más certero establecer que Comala es la alegoría de una región del inframundo de los griegos, parte del Hades, lugar por donde los muertos tenían que pasar inmediatamente después de fallecer. Según los griegos, el inframundo se dividía en tres regiones:

[…] Érebo, Tártaro y Campos Elíseos. El Érebo o Anteinfierno se extendía desde la Estigia hasta el reino de Dis, y allí se encontraban el feroz Cerbero como guardián y Minos como juez. Las almas eran acompañadas hasta las puertas del Érebo, de donde no se podía salir, por Hermes o por Thanatos, el genio de la muerte. Si los cuerpos habían recibido sepultura, las pálidas sombras podían avanzar a través del Aqueronte, de las llamas y los maléficos vapores del Flegemonte… hasta las llanuras cubiertas de Asfódelos… En presencia de los otros jueces infernales… eran minuciosamente juzgadas y, según el juicio que merecían, se dirigían a los Campos Elíseos, el reino de los bienaventurados, o se hundían en el Tártaro, donde eran castigadas las almas malvadas. (Escobedo “Hades”)

Para poner en paralelo los dos espacios, Comala y el inframundo griego, es necesario comparar inicialmente la figura de los guías/mensajeros que se encargan de llevar a los muertos a su destino. La similitud entre Abundio, el mulero que guía a Juan Preciado a Comala, y el Hermes griego, mensajero de los dioses que también dirige a los muertos al inframundo, está implícita en las acciones que el primero realiza y su rol en la historia. En la novela, Eduviges Dyada, al platicar a Preciado sobre el mulero, menciona que: “Era quien nos acarreaba el correo, y lo siguió haciendo todavía después que se quedó sordo […] Nos llevaba y traía cartas. Nos contaba cómo andaban las cosas allá del otro lado del mundo, y seguramente a ellos les contaba cómo andábamos nosotros” (Rulfo 18–9); “El rol de Abundio es fundamental en la narración, ya que, ayuda a Preciado, desde su encuentro en el cruce de los caminos para bajar al pueblo, la antesala del Infierno” (Gacinska 103); “Es un mensajero, el mismo que le da a conocer la situación del lugar en el que se encuentra, agregando: ‘Aquello está sobre las brasas de la tierra, en la mera boca del Infierno’” (Rulfo 8).

Por otra parte, respecto a la descripción de las regiones del inframundo antes mencionadas, es pertinente señalar que estas poseían infinidades de ríos que desembocaban en lagunas y ciénagas. Platón, en sus Diálogos, describe que: “[…] los hay que corren en círculo, y que después de haber dado vuelta a la tierra, una y muchas veces […] bajándose lo más que pueden, marchan hasta la mitad del abismo […]” (Platón 136). De igual manera, en Fedón se detalla la presencia de ríos en el submundo, describiendo cavidades bajo tierra por las que conducen grandes ríos de agua y otros de fuego, incluso se señala que la cima más enorme cruza la tierra en ambos extremos, denominándolo Tártaro (Platón 107–8).

En la obra de Rulfo, también es posible hallar la existencia de dichos ríos mediante los caminos que se mencionan. Por ejemplo, cuando Juan Preciado relata su encuentro con Abundio señala: “Me había topado con él en Los Encuentros, donde se cruzaban varios caminos. Me estuve allí esperando, hasta que al fin apareció este hombre” (Rulfo 7). Otro personaje que habla sobre ellos es Donis, el hermano incestuoso, quien al describir el pueblo señala que: “Hay multitud de caminos. Hay uno que va para Contla; otro que viene de allá. Otro más que enfila derecho a la sierra. Ese que se mira desde aquí, que no sé para dónde irá –y me señaló con sus dedos el hueco del tejado, allí donde el techo estaba roto– […] Y hay otro más, que atraviesa toda la tierra y es el que va más lejos” (Rulfo 54–5).

Tanto en la imagen revelada por Rulfo a través de Donis, como en la que nos ofrece Platón existen varios senderos en el inframundo y uno de ellos es tan extenso que cruza toda la tierra. Los caminos que aparecen en Comala son metáforas o el equivalente a los ríos que cruzan el inframundo, y al igual que estos, tienen la función de acercar a los muertos hacia algún destino, ya sea a la felicidad del cielo o a la condena del Averno.

Ante estos hallazgos, es posible afirmar que Pedro Páramo corresponde a una reescritura del mito griego del descenso al inframundo. Incluso, es posible advertir la existencia de los distintos estadios o regiones que estructuran el inframundo griego. Las intervenciones de diversos personajes de la obra de Rulfo dan cuenta que Comala es una especie de Érebo, tal como lo plantea Dorotea, quien dice a Juan Preciado “[…] cuando a una le cierran una puerta y la que queda abierta es nomás la del Infierno, más vale no haber nacido… El cielo para mí, Juan Preciado, está aquí donde estoy ahora” (Rulfo 71). Otro personaje, la hermana incestuosa de Donis, también hace una mención al respecto: “Si usted viera el gentío de ánimas que andan sueltas por la calle. En cuanto oscurece comienzan a salir. Y a nadie le gusta verlas. Son tantas, y nosotros tan poquitos, que ya ni la lucha le hacemos para rezar porque salgan de sus penas” (Rulfo 56).

Ni Dorotea ni las ánimas a las cuales se refiere la hermana de Donis se encuentran en el infierno. Sus almas están en un lugar próximo, pero no en él, destinadas a vagar constantemente, en espera de Caronte, para que las cruce hacia el otro extremo.

4. Después de la muerte, el balsero

Pero ¿por qué las almas no pueden superar este estado de extravío en el que se encuentran? Al considerar el análisis comparativo entre el mito griego del viaje al inframundo y la novela de Rulfo, se presencia el rito de los muertos, que en la cultura griega consistía en colocar un óbolo al difunto bajo la lengua, acción comprendida como el pago para el balsero Caronte, quien tiene la función de trasladarlos hasta el Palacio del Hades donde sería juzgado; por el contrario, si esto no ocurría, el alma era castigada y quedaba vagando en la orilla del río (Martín 251).

En Comala, por su parte, ocurre algo similar; sin embargo, el óbolo que sirve para pagar el paso hacia el lugar donde el alma será juzgada y luego enviada –dependiendo de cuáles hayan sido sus acciones terrenales–, está simbolizado en los sacramentos católicos. Este antecedente es relevante, puesto que estos ritos son sumamente necesarios para la purificación de las almas creyentes, ya que su realización otorga, metafóricamente, el pase en la balsa de Caronte. En este sentido, es imposible obviar el hecho de que el padre Rentería, quien tiene en sus manos la potestad espiritual para dar la salvación a los habitantes de Comala, niega este privilegio a un gran número de ellos, determinando su pasar:

El padre Rentería dio vuelta al cuerpo y entregó la misa al pasado. Se dio prisa por terminar pronto y salió sin dar la bendición final a aquella gente que llenaba la iglesia.

–¡Padre, queremos que nos lo bendiga!

–¡No!– dijo moviendo negativamente la cabeza–. No lo haré. Fue un mal hombre y no entrará al Reino de los Cielos. (Rulfo 28)

En la cita anterior es posible evidenciar que el padre Rentería es consciente de su jerarquía espiritual, ya que la misma gente lo corrobora con sus súplicas. Por tanto, “la muestra religiosa que Rulfo ofrece, dominada por la superstición y la subordinación al poder, desampara a los fieles y vacía el ritual privándolo del componente esencial de la misericordia” (Calabrese y Junco 80). Las personas del pueblo creen ciegamente en los ritos de perdón y sin ellos están seguros de que sus almas no tendrán descanso al morir: “Me dan ganas de regresar y decirle al padre Rentería que se dé una vuelta por allá, no vaya a resultar que esa infeliz muera sin confesión. –Ni lo piense, Ángeles. Ni lo quiera Dios. Después de todo lo que ha sufrido en este mundo, nadie desearía que se fuera sin los auxilios espirituales, y que siguiera penando en la otra vida” (Rulfo 120).

Si bien se evidencia el desamparo a todo el pueblo, el momento clave en que se constata esta situación reside en el rencor que Rentería siente hacia Miguel Páramo y el pecado de omisión que carga al no hacer nada para evitar o denunciar los abusos de los Páramo contra los habitantes de Comala. Esto lo transforma, simbólicamente, en un ser sin capacidad de ejercer su rol de redentor. Hecho expresado de modo explícito cuando el cura de Contla lo inhabilita de sus funciones parroquiales:

– No padre, mis manos no son lo suficientemente limpias para darte la absolución. Tendrás que buscarla en otro

– ¿Quiere usted decir, señor cura, que tengo que ir a buscar la confesión a otra parte?

– Tienes que No puedes seguir consagrando a los demás si tú mismo estás en pecado […].

– ¿No podría ..? Provisionalmente, digamos… Necesito dar los santos óleos… la comunión. Mueren tantos en mi pueblo, señor cura.

– Padre, deja que a los muertos los juzgue

– ¿Entonces, no? Y el señor cura de Contla había dicho que (Rulfo 77)

Desde este momento los sacramentos no tendrán ningún valor dentro de la fe católica que prepondera en el pueblo, por no ser realizados por una persona habilitada para ejecutarlos, y en consecuencia, todos los habitantes estarían viviendo en pecado (Jong-Deuk), es decir, no poseen el óbolo bajo la lengua o sobre sus ojos para pagar a Caronte. Los habitantes del pueblo viven en un constante vaivén entre las costumbres y creencias de su cultura primigenia y la doctrina de la religión católica, producto del sincretismo, por lo tanto, prima –y les martiriza– la idea de que, al no obtener el perdón de sus pecados, serán condenados, como es posible observar en las palabras de la hermana de Donis, al referirse al encuentro que tuvo con el Obispo que vino al pueblo: “Y se fue, montado en su macho, la cara dura, sin mirar hacia atrás, como si hubiera dejado aquí la imagen de la perdición. Nunca ha vuelto. Y ésa es la cosa por la que esto está lleno de ánimas; un puro vagabundear de gente que murió sin perdón y que no lo conseguirá de ningún modo, mucho menos valiéndose de nosotros” (Rulfo 57).

Esta realidad genera más sugestión aun en las mentes y almas de los habitantes, puesto que permanece en ellos la idea de que al no obtener el perdón de sus pecados, serán castigados, pues el padre Rentería los condena espiritualmente.

En definitiva, si bien se han establecido similitudes entre la obra de Rulfo y el mito griego sobre el descenso al inframundo, ambas concepciones son de origen occidental –visión griega y creencia católica–, ninguna de ellas originaria de la identidad amerindia. Por tanto ¿dónde se produce el quiebre, el punto exacto donde se hace evidente la inversión de este mito? Para dar respuesta a esta problemática, es preciso analizar la figura del héroe.

5. El héroe griego versos el héroe latinoamericano

La literatura, desde su creación, posee una relación entrañable con las historias que se tejen en las diversas culturas. Así, podemos encontrar diferentes concepciones de la figura del héroe, nociones que se han ido formando según los períodos sociohistóricos que trascienden épocas y fronteras. Pero ¿cómo es posible caracterizar la figura del héroe? Tanto en el mundo clásico como en el medieval, por ejemplo, es esbozado como un arquetipo de excelencia, el cual encarna los ideales de una sociedad:

La literatura, desde su creación, posee una relación entrañable con las historias que se tejen en las diversas culturas. Así, podemos encontrar diferentes concepciones de la figura del héroe, nociones que se han ido formando según los períodos sociohistóricos que trascienden épocas y fronteras. Pero ¿cómo es posible caracterizar la figura del héroe? Tanto en el mundo clásico como en el medieval, por ejemplo, es esbozado como un arquetipo de excelencia, el cual encarna los ideales de una sociedad:

En el caso de los héroes de la mitología griega, muchos de ellos eran hijos de los dioses con un mortal, por tanto poseían características y habilidades que los diferenciaban del resto de los humanos, como la fuerza sobrenatural de Hércules, hijo de Zeus y Alcmena. Otro punto que los singularizaba es que siempre debían superar grandes retos que eran impuestos por el destino o los dioses. Es así como muchas veces debían realizar largos viajes, pelear con seres monstruosos o incluso bajar a las profundidades del inframundo: Teseo y Pirítoo, Ulises, o el ya citado Hércules, son algunas referencias.

Otro héroe mítico que baja a las profundidades y del cual se pueden analizar más puntos comparativos en torno a la figura de Preciado, es Orfeo, semidios que poseía la cualidad de ser el mejor músico de la tierra, lo cual lo posicionaba en un nivel terrenalmente envidiable. Sin embargo, sus desventuras comienzan cuando se enamora de la ninfa Eurídice, quien el día en que contraen nupcias muere envenenada, hecho ante el que el héroe reacciona de manera desesperada descendiendo al Averno en su búsqueda. Así, luego de ser transportado por un barquero y de recorrer regiones profundamente oscuras, victoriosamente llega al salón del trono, donde se encuentran el rey y la reina de los muertos: Hades y Perséfone. Orfeo, al estar en su presencia, toca un canto dulce donde pide que se le devuelva a su amada, logrando así emocionar a los reyes a tal punto que su petición es concedida, pero con una condición: que al marcharse, él iría delante de su esposa y no voltearía a mirarla por ningún motivo mientras se encontrasen en la región infernal. Pero, finalmente Orfeo cede al imperioso deseo de verla y esta se esfuma en las tinieblas (Civita 513–28).

Resumido el mito, no es difícil evidenciar que Juan Preciado tiene “en común un parecido con los héroes grecorromanos –Teseo, Hércules y Orfeo– quienes bajan a los infiernos para afrontar su destino” (Gacinska 94). Sin embargo, el héroe mitológico griego es capaz de viajar al Averno y volver a la tierra intacto –independiente de que logre o no su propósito–; pero ¿qué sucede en la literatura latinoamericana con el héroe Juan Preciado? Preciado, hijo reconocido de Pedro Páramo y Dolores Preciado, viaja a Comala para consumar la promesa que le hizo a su madre en el lecho de muerte: ir en busca de su padre para conocerlo y exigirle lo que le correspondía. Y aunque en un principio no pretendía cumplir su promesa, luego cambia de parecer repentinamente: “comencé a llenarme de sueños, a darle vuelo a las ilusiones. Y de este modo se me fue formando un mundo alrededor de la esperanza que era aquel señor llamado Pedro Páramo, el marido de mi madre. Por eso vine a Comala” (Rulfo 5).

La esperanza que nace de la influencia de las memorias de su madre lo mueve a la búsqueda, tanto de su progenitor como del lugar maravilloso que le describía esta al recordar a Comala, un lugar con parajes supuestamente edénicos:

Yo imaginaba ver aquello a través de los recuerdos de mi madre; de su nostalgia, entre retazos de suspiros. Siempre vivió ella suspirando por Comala, por el retorno; pero jamás volvió. Ahora yo vengo en su lugar. Traigo los ojos con que ella miró estas cosas, porque me dio sus ojos para ver: Hay allí, pasando el puerto de Los Colimotes, la vista muy hermosa de una llanura verde, algo amarilla por el maíz maduro. (Rulfo 6)

Sin embargo, esta visión del pueblo no es la que conocería. Nunca concibió que cumplir la promesa hecha a su madre le significaría un viaje al fracaso de su ilusión y la pérdida de su vida, siendo condenado, como todos los habitantes de Comala, a un nefasto cautiverio.

En contraste con el héroe griego Orfeo, que posee una decisión inquebrantable al efectuar el descenso al inframundo, aquí se nos presenta un héroe latinoamericano indeciso y sumiso (Castañeda), que es influenciado por una fuerza externa –su madre–, siendo esta característica un punto de quiebre del mito griego en la versión narrativa latinoamericana y un dato relevante a considerar, pues, desde ya, augura un destino trágico. Cuando Preciado desciende al inframundo no logra llegar al Tártaro ni a los Campos Elíseos; por el contrario, muere en alguna región próxima, que según la mitología griega, sería el primer nivel o región del Hades: los Campos Asfódelos, lugar donde habitan seres descarnados que necesitan realizar sacrificios a los dioses del Averno para entrar en él, atraídos por la sangre y las libaciones (Elvira Barba 141).

Esta situación se ve igualmente reflejada en la descripción que hace la hermana de Donis a Preciado sobre cómo es el pueblo de noche. Desde el momento en que Preciado entra al pueblo, los espíritus gorjean a su alrededor y “escapando a manera de sueños, revolotean por aquí y por allá” (Elvira Barba 141), en busca de su aliento vital, porque son almas que aún no reconocen su estado incorpóreo y tienen la necesidad de sentirse vivas. Como resultado, la muerte de Juan Preciado es un sacrificio.

La figura del héroe evidencia la transgresión, la inversión, el mito narrado desde la visión latinoamericana, y esto, según Bartolomé, se produce porque: “en la construcción del discurso se tiene siempre en cuenta el lugar desde el que se habla, el ‘locus’ de la enunciación […] un latinoamericano tendrá siempre una manera de afrontar los problemas, de buscar soluciones que le será propia y que lo distinguirá de la perspectiva desde la que observa el mundo un crítico de otro lugar” (Bartolomé 30).

Por tanto, Juan Preciado actúa de acuerdo al patrón cultural de su sociedad, una cultura marcada por la violencia y la crisis que tuvo sus inicios en la colonización. El protagonista pudo haber redimido y rescatado a todas esas almas que yacían en la desolación y el cautiverio de Comala, pero su destino era morir al igual que todos los habitantes del pueblo, víctimas de Pedro Páramo, el hacendado sin escrúpulos, su padre.

Juan Rulfo es capaz de engendrar a un nuevo tipo de héroe: el héroe latinoamericano. De esta forma, la figura del “héroe de esta epopeya imaginaria es un personaje singular, pues pertenece a una estirpe de seres dolientes y agraviados. Es un ser extremadamente sensible, temeroso, receloso y susceptible” (Bartra 34).

5. Conclusión

Para finalizar, es posible destacar que mediante el análisis comparativo realizado entre las ideas esenciales de las dos culturas respecto al inframundo, la figura heroica de sus protagonistas y la muerte, se puede observar cómo la tradición grecolatina permanece en la glorificación y la vida, mientras que la latinoamericana está sujeta a la muerte desde sus raíces más profundas, ansiando la recuperación de una memoria fragmentada (Eudave 174): “Como ecos, las memorias se fragmentan y, aunque parecen inteligibles, no significan nada para quienes rememoran” (García 111). La novela Pedro Páramo es la historia de los vencidos, del pueblo latinoamericano: “está constituida por ausencias y vacíos, hecha de silencios” (Vázquez-Medina 191). Se percibe que “a través de Comala, Rulfo presenta un mundo dominado por la culpa, el odio y la venganza, que puede situarse en cualquier lugar precisamente porque no está en ninguna parte, y porque puede estar en cualquier parte” (Martínez 19).

cualquier lugar precisamente porque no está en ninguna parte, y porque puede estar en cualquier parte” (Martínez 19).

Si bien esta obra es un objeto de estudio susceptible a diversos análisis, resulta relevante destacar de qué manera se deconstruye el mito clásico. Al respecto, cabe mencionar que:

Rulfo utiliza los patrones míticos para poder manifestar sus ideas de forma universal y llegar con más fuerza a sus lectores. Una vez hecho esto, devela su verdadera intención: deconstruye el mito para utilizarlo como herramienta para provocar una reflexión y una reacción. La intención de Rulfo es, pues, cambiar el “status quo”, transformar y transgredir la realidad. (Castañeda parr. 51)

Es así como, a pesar de que Juan Preciado es vencido, quedándose atrapado para siempre en las profundidades de la tierra, se atisba una luz de redención en las letras de Rulfo. Y es que al recrear en su obra un mito desde la cultura dominante para luego transformarlo, da como resultado una literatura propia, grito de denuncia y de lucha de un pueblo que emerge de la violencia y la tortura. El autor ofrece en un ritual de sacrificio a Juan Preciado, lo transporta a los murmullos de Comala desde la visión nostálgica de su madre para llevar a cabo la ruptura e inversión del mito original propio de la cultura grecolatina.

En Comala predomina una vaga esperanza asociada a la muerte, que no es comprendida como un anhelo de liberación total, sino como un avance a un estadio distinto, que puede ser mucho mejor que la realidad que se vive allí: “Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra” (García Márquez 170).

Obras citadas

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Vázquez-Medina, Olivia. “Estéticas de la ausencia: Amparo Dávila y Juan Rulfo en la escritura de Cristina Rivera Garza”. Bulletin of Hispanic studies 97,2 (2020): 187-202.

Yosyua Neira-Escalona

Universidad de La Frontera. Facultad de Educación, Ciencias Sociales y Humanidades – Magíster (c) en Psicología. Universidad de Chile. Especialización en Teatro y Educación, Metodología y Didáctica de la Enseñanza del Teatro. Universidad de La Frontera. Facultad de Educación, Ciencias Sociales y Humanidades – Licenciada en Educación y Profesora de Estado en Castellano y Comunicación.

Jenifer Jara-Rodríguez

Colegio América de Vilcún – Profesora de Lenguaje y Comunicación. Universidad de La Frontera. Facultad de Educación, Ciencias Sociales y Humanidades, Licenciada en Educación y Profesora de Estado en Castellano y Comunicación.