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Revista Zur / Volumen 1 N°1 / Apolo ya cansado de su cítara
Poesía

Apolo ya cansado de su cítara

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Fecha

01 Octubre 2019

Autor

Mateo Febres Guzmá

01 Octubre 2019

I

Va caminando por la Ciudad de México
Apolo ya cansado de su cítara.
Rememora haber danzado con las musas,
pero ha pasado demasiado tiempo.
De su gloria exhala el óxido
que invade ahora
su pequeño corazón de dios.
Apolo ya no se reconoce algunas veces.
Deambula entre los autos de la tarde
como un vagabundo ensordecido y en desgracia.
Le apesta el aliento
y se diluye cada día más hacia el olvido de los hombres.

II

Sus uñas son tan largas que se doblan y se caen.
Apolo busca su alimento en la basura,
se instala enteros días en las estaciones más pútridas del metro,
donde tiempos mejores cruzan su memoria como un péndulo envenenado.
Cae con el frío la noche sobre México.
Apolo, desgreñado y con pereza, recita entre susurros los poemas más antiguos y más bellos,
guardándose en su pálpito doliente una plegaria que se enreda en el esmog
de la ciudad.

III

Recuerda de su infancia haber jugado con su hermana.
Llega en sueños una enorme montaña de pájaros muertos,
y en la cima está Artemisa con su arco.
Siempre quiere ir a buscarla y no lo logra nunca.
Antes de que el sueño se termine, ruge afuera la ciudad que se despierta.
Amanece raquítico un Apolo preso de la fiebre,
y la tristeza incorruptible se expande como un fantasma sobre el mundo.

Los ebrios tentáculos de la soledad abrazan a la ciudad inhóspita y ajena.
El amor, como los versos, es un pez flotando en un río de escombros.

IV

Su carne hecha de sarna y suciedad, es poesía.
Los pellejos que le cuelgan de la boca, son poesía.
Las caries asquerosas de sus muelas, son poesía.
Sus sueños destrozados y su anhelo, son poesía.
De su cordura el colapso inminente, es poesía.
Ya no existen dioses, solo él.
El Olimpo, ayer la maravilla,
es hoy pétrea cuna de larvas moribundas.

V

Conserva de sí solo su cítara roñosa
y los cantos mutilados de su voz.
Vaticina profecías imposibles,
mientras la ciudad, cruenta, lo aniquila.
Demasiado ruido y demasiado caos.

VI

Poeta antaño de la más virtuosa fantasía,
se adentra entre las vísceras de México buscando una razón.
Desde un árbol una ardilla lo mira y le sonríe;
apiadado de sí mismo, rompe en llanto el dios.

VII

Ha acabado todo para Apolo.
Un crepúsculo sangrante se cierne en su mirada.
En la nocturna oscuridad, silente y próxima, perece el dios resplandeciente.

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