La tinta de mis ojos se escurre entre las creencias, memoria,
de mi árbol-pensamiento.
Sus ramas curvas se bañan en intrínseco azar.
Crecen o caen secas
según el ritmo de la ataraxia interior.
Y es cuando ésta, al volverse natural, me hace de madera:
un ser sensible e imperdurable.
Me convierte en dasein, en ideas,
en el oscuro mundo del que nacieron mis brotes para sumergirse en tinta
y crecer;
confundirse entre ramas y raíces; llenar de flores mi espacio;
hallarme entre lo que una vez fue mi vida y lo que ahora es mi existencia inmortal.