Isabella, isla bella

Yo tengo que cantarte hoy, Isabella,
hasta ayer eras ella, la lejana.
Anduve recorriendo en sueños
tu isla amurallada: tu castillo en Valsinni.
La colina no me detuvo,
mi fantasma era tal vez el tuyo, deambulando sin paz.
Puedo poner mi oreja a tu angustia, a tu soledad,
a tu hartazgo de siglos hablándole a la sordera de las rocas
golpeando las piedras de tu ignoto sepulcro
lo puedo sentir…aún quema en el aire, lastima la piel
el fuego de tu amor y el hielo de tu desdicha.
Isabella alma libre, isla solitaria
presa de la ferocidad salvaje y patriarcal
solo dueña de tu infortunio y desasosiego,
de un desamparo sin límites.

Ella y su amor secreto y contrariado,
el maestro de luz en la tiniebla
sufrió su misma fortuna aciaga.
Ella y sus cenizas ocultas, su fulgurante aura
exhumadas por el alma noble de Benedetto.
Ella que no se resignó al ostracismo de amor,
perla cautiva, sensible a la dorada flecha de cupido.
Sus delicadas manos tejieron un sudario con canciones,
autora de su responso, nunca dicho.

Isabella, pobre niña huérfana,
ese añorado padre tampoco era tu salvación;
condenada por delito de estar viva,
de ser mujer inasible.

Pero los bosques absorbieron tu tristeza
sus efluvios llegaron muy lejos;

aquellos mares bruscos, por fin cesaron
(al menos para vos no para todas),
eres libre de amar y ser poeta,
eres libre de pensarte indócil.

¡¡¡Yo tengo que cantarte hoy que sos mujer eterna,
sos una y todas, amiga:
esa bella
            Isla bella
                          Isabella!!!!