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La violencia protocaballeresca en “Cartucho el bobo de la cuadra” y “Otra vez en la cancha” de Helí Ramírez
"Enlace entre dos mundos" de Yamile Alfaro Picco
Autor
Estudios Literarios de la UPB
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Fecha
26 Enero 2022
A lo largo de la historia se han dado casos donde la violencia es regida por códigos de conducta. Como la caballería medieval es el arquetipo básico de este tipo de violencia, se la denominará “protocaballeresca”. Esta investigación precisa las características de este modelo y lo aplica a dos poemas de Helí Ramírez, rastreando sus diferencias temáticas y sus mecanismos retóricos. Se concluye que esta violencia se configura como un cultivo del valor, que, en este caso, toma la forma de la masculinidad. A su vez, sucede una inversión donde se pone énfasis en la cobardía, presentándose un desencantamiento del modelo.
Palabras clave: Helí Ramírez; poesía; literatura urbana; violencia.
Throughout history there have been cases where violence is ruled by codes of conduct. Since medieval chivalry is the basic archetype of this type of violence, it will be called “protochivalric”. This research specifies the characteristics of this model and applies it to two poems by Helí Ramírez, tracing their thematic differences and their rhetorical mechanisms. It concludes that this violence is configured as a culture of prowess, which, in this case, takes the form of masculinity. In turn, an inversion happens where emphasis is placed on cowardice, presenting a disenchantment of the model.
Keywords: Helí Ramírez; poetry; urban literature; violence.
Fecha de recepción: 16 de octubre, 2021
Fecha de aceptación: 02 de noviembre, 2021.
1. Introducción
En La división social del trabajo, Emile Durkheim propone que la violencia o “un estado de guerra […] necesariamente crónico” (8) surge de la anomia, un estado sin normas, “un estado de irreglamentación” (8). Sin embargo, cuando se estudian casos como el de los héroes griegos, los caballeros medievales o los gauchos argentinos, se repara en que la violencia también puede regirse por códigos de honor, por sistemas de reglas, manifiestas o tácitas, que indican los modos, las formas y las razones por la que ésta se puede ejercer.
Asimismo, un análisis cuidadoso de estos casos revelará que entre ellos hay una serie de rasgos en común, tanto que se podría hablar de un tipo de violencia arquetípica que se ha repetido en distintas épocas y geografías. A esta violencia se la llamará “protocaballeresca”, debido a que los caballeros, al contar incluso con códigos escritos (véase, por ejemplo, El libro del orden de caballería; Príncipes y juglares de Ramón Llull), son su modelo más claro. Lo “proto”, a su vez, indica que esta estructura ha servido como base a múltiples manifestaciones de la violencia y, por lo tanto, es de carácter más universal que la mera caballería.
Ahora bien, en los barrios populares de Medellín, las bandas han adoptado conductas bajo las cuales se entrevén reglas implícitas. Helí Ramírez, el poeta de Castilla (en alusión al barrio popular de Medellín en torno al cual gira su producción poética), ha plasmado en su obra muchas de estas realidades, exponiendo en parlache un sistema de amenazas, venganzas, duelos, enemistades y lealtades que recuerda a sus predecesores históricos. Además de su aspecto social (cuyo estudio puede derivar en una compresión más profunda de las dinámicas de las comunas, así como de otros contextos históricos), la violencia protocaballeresca, al ser interpretada por la literatura, le impone a esta unas características formales determinadas.
Esta investigación pretende analizar las particularidades de este código tácito de la violencia en dos poemas incluidos en el libro En la parte alta abajo de Helí Ramírez: “Otra vez en la cancha” y “Cartucho el bobo de la cuadra”. Con este propósito, la primera parte del trabajo consiste en definir las características de la violencia protocaballeresca, la segunda se enfocará en identificar los puntos en los que coincide y en los que difiere con la poesía de Ramírez y la tercera, en evidenciar los mecanismos retóricos que emplea el poeta a la hora de abordarla.
2. Hacia una definición de la violencia protocaballeresca
Para definir la violencia protocaballeresca es necesario recurrir a las características de la caballería medieval y cotejarlas con un segundo modelo que ratifique su validez. Los héroes griegos, al tratarse de uno de los casos más estudiados y encontrarse en la base de la cultura occidental, sirven para este propósito.
En su libro Chivalry and Violence in Medieval Europe, el historiador medievalista Richard W. Kaeuper estudia la primera, tomando como punto de referencia tanto documentos históricos como libros de caballería. Según Kaeuper: “Prowess was truly the demi-god in the quasi-religion of chivalric honour; knights were indeed the privileged practitioners of violence in their society” (130). Aunque la traducción más precisa de prowess sea valor, según Oxford Dictionaries, el término cuenta con dos acepciones distintas: “bravery in battle” y “skill or expertise in a particular activity or field” (“Prowess”); en otras palabras, coraje y destreza. El sistema de violencia de los héroes griegos, por su parte, privilegia el cultivo de la areté, la cual es definida por Margalit Finkelberg como “virtue” (20), “’prowess’, ‘valour’, or ‘courage’” (21). La virtud, a su vez, consiste en cumplir con la propia función (20), la cual, en el caso de los soldados, radica en tener valor y destreza. La coincidencia es exacta y el énfasis que hacen ambos autores en la importancia capital de este aspecto permiten afirmar que la característica que sirve como piedra angular a la violencia protocaballeresca es el cultivo del valor en su doble significado.
A este núcleo se la adjunta un segundo concepto: el honor. Según Kauper, valor y honor están íntimamente ligados, puesto que el uno produce al otro, tanto que el honor puede ser considerado una moneda de cambio entre los caballeros medievales (129). Este se consigue a través de acciones valerosas (130) y conlleva la adquisición de tierras y riquezas, como una consecuencia natural (132). El equivalente griego del honor medieval es el timé, cuya traducción más convencional es, justamente, honor. Según Finkelberg, es tan importante este aspecto que “[t]he main conflict of the Iliad is that of honour” (16). Más adelante afirma que otra posible acepción de timé es estatus o prestigio (16).
Valor y honor deben ser demostrados por los que practican la violencia. En el caso de los caballeros, “the supreme honour of being the best is determined primarily by fighting everyone else who wants the same honour” (Kauper 149). En el de los heroes griegos, “[if] as is generally agreed, it is the famous Homeric dictum ‘always be the best and excel over others’ that more than anything else delineates the idea of areté, then areté surely is a competitive value” (Finkelberg 19). De modo que la forma de probar el valor es a través de la competencia, la cual, en el primer caso, puede desarrollarse por medio de justas individuales, torneos y guerras (Kauper 140) y, en el segundo, por medio del combate singular, los torneos u olimpiadas y la guerra (Finkelberg 17-8).
Finalmente, se debe considerar el rol que juega la lealtad, que para los caballeros se dirige hacia la misma caballería como forma de vida y código de honor (Kauper 186) y para los héroes griegos adquiere las formas de cualidades cooperativas con aliados, huéspedes y vasallos (Finkelberg 19). Es posible reconciliar ambas posiciones si se afirma que en la violencia protocaballeresca se debe lealtad a los compañeros, aliados, familiares y señores, pero, sobre todo, al propio honor. En consecuencia, si un caballero o un héroe se ve ultrajado, debe vengarse, sin importar la calidad del ofensor.
A lo largo de su libro, Kauper trabaja otros aspectos del código de caballería como lo son la piedad, la relación con la mujer o el estrecho vínculo que tienen caballeros y monjes. Sin embargo, estos asuntos encuentran pocas correspondencias con el modelo griego y es muy probable que se distancien aún más de otras situaciones históricas donde se podría hablar de una violencia protocaballeresca.
En resumen, la violencia protocaballeresca consiste en un cultivo del valor, que adquiere una doble significación de coraje y destreza. El valor, a su vez, aumenta el honor de quienes lo profesan y los lleva a mejorar su estatus social con la adquisición de riquezas. Por consiguiente, el valor determina el sistema jerárquico. Para probar el valor es necesario acometer hazañas y competir contra los otros campeones a través de las modalidades disponibles: duelos, torneos y guerras. Finalmente, y como contraparte de la competencia, hay un carácter cooperativo que se establece entre aliados y que se configura con las trazas de la lealtad, la cual, empero, nunca supera la que se debe al propio honor.
Como apunte final, resulta necesario insistir en la diferencia esencial que separa a este tipo de violencia de la anomia teorizada por Durkheim. Para el autor francés, la violencia es fruto de un estado de irreglamentación (que, a su vez, deriva de la carencia o la rotura del contrario social) (8); la violencia protocaballeresca, en cambio, se configura como un contrato sobre la misma violencia y sus patrones de desarrollo y ejecución. Por consiguiente, sería necesario estudiar de qué modo se articulan ambos conceptos, si la anomia propicia el surgimiento de la violencia protocaballeresca como sustituto del contrato social o si, por el contrario, este tipo de violencia aparece bajo el amparo de una reglamentación superior, con la que entra en conflicto. Estos asuntos, sin embargo, quedan por fuera del alcance de esta investigación.
3. La violencia protocaballeresca en la poesía de Helí Ramírez
Adam Baird, investigador que ha dedicado numerosos trabajos a analizar la violencia en los barrios populares de Medellín, sostiene que las bandas se rigen por el capital masculino que demuestran a través de manifestaciones de violencia, el cual les sirve para ganar respeto y estatus (35). También afirma que sus integrantes deben devolver el tributo recibido a la pandilla en momentos estratégicos (37). En consecuencia, lo que antes era valor ahora es masculinidad, lo que era honor se vuelve respeto y estatus, y lo que fue definido como lealtad consiste ahora en devolver lo recibido.
Sentado este primer paralelo, es momento de analizar los poemas, comenzando por este extracto de “Otra vez en la cancha”1 :
Jode al vizco dizque porque lo pilló culeándose a manzano un marica de la gallada un marica bravo por lo que
el vizco le dice
—“…ischsschss que va
si manzano estuviera aquí
no estabas hablando mierda…”—
La bruja le da una patada al vizco y responde:
—“… le doy puñadas a él
y te doy a voz también…”—
Recostado viendo pienso: está brava esta chucha hoy… Otra vez el vizco se le marea a la bruja
y se hace el bobo buscando un cuero para subir un cozo. (55)
El primer aspecto a destacar es la importancia capital que adquiere la masculinidad en el poema. La Bruja molesta al Vizco por “marica” y este, al final, cuando debería responder con una contra- amenaza como deja entrever el sujeto poético, “se le marea” (es decir, rechaza el envite), como si hubiera una correlación entre homosexualidad y cobardía. Sin embargo, si se considera que a Manzano se le trata de “marica bravo”, se concluye que el verdadero defecto es el afeminamiento.
Cuando el Vizco le responde con una amenaza, poniendo en duda la sinceridad de su valor (“si manzano estuviera aquí / no estabas hablando mierda”), la Bruja se ve obligada a redoblar la agresividad. Al fin y al cabo, quien primero se retire pasará por cobarde. En consecuencia, le da una patada y hace la primera alusión a un duelo (“… le doy puñaladas a él / y te doy a voz también…”), una de las competencias tradicionales de la violencia protocaballeresca. Aunque es el Vizco quien se retira, es necesario recordar la observación del sujeto poético (“está brava esta chucha hoy…”) a la hora de analizar el siguiente fragmento:
Pienso: voy a ver si esta pinta si quiere voltear fierro hoy Antes de que termine de acomodarse
le digo: si venís a hacer bulla o a joder te vas
No toma en serio mis palabras y me responde:
—“… ah… este man que se mantiene berraco a toda hora… y quiere que uno se las pague…”—
Mejor dicho: váyase ya
le respondo y parándome como un resorte le pongo una patada en las costillas
la bruja se retuerce se para me mira veo en sus ojos odio odio de cobarde
odio de traicionero que por miedo no pelea frente a frente yéndose la bruja murmura:
—“… tranquilo tranquilo…”—
Que tranquilo ni qué pan blandito —le digo— y sacando un fierro lo invito al ruedo
pero la bruja no me hace caso
Vuelvo y me recuesto a la piedra y su sombra El zarco le dice a la bruja:
—“qué hubo hermano
no estaba muy agrio pues…”— (55-6)
En esta segunda parte se desarrolla una escena paralela a la anterior, pero con el resultado contrario. Como el sujeto poético prevé lo que planea la Bruja, comienza él con las amenazas (“si venís a hacer bulla o a joder te vas”). Además, desde el inicio se propone llevarla hasta el extremo de un duelo de cuchillos o, como él dice, de “voltear fierro”. Este preámbulo determina el flujo de los siguientes acontecimientos: la Bruja se muestra cada vez más acobardada, mientras que el sujeto poético va aumentando su agresividad. Reproduce la patada que ya le había dado la Bruja al Vizco y, en un punto, saca un cuchillo y la invita abiertamente al combate. Es en este momento en que la Bruja se retira, en mengua de su valor y su honor, tanto que provoca una burla de sus compañeros: “—‘qué hubo hermano / no estaba muy agrio pues…’—”
Aquí hay un asunto de vital importancia: recuérdese que el sujeto poético había dicho, refiriéndose a la Bruja, “está brava esta chucha hoy…”. Si se suma eso a que su apodo es de género femenino y que en este extracto se explicita su cobardía (“veo en sus ojos odio / odio de cobarde”), se confirma la identificación entre esta y el afeminamiento, puesto que los dos que han declinado provocaciones tienen alguna connotación femenina.
También hay que comentar el siguiente verso: “odio de traicionero que por miedo no pelea frente a frente”. La cobardía queda emparentada con la traición, que, junto al deshonor, configuran una triada que se contrapone a la del valor, el honor y la lealtad. El valor, a su vez, se demuestra peleando “frente a frente”, hecho en el que se insiste en “Cartucho el bobo de la cuadra”. Con estos versos finaliza el poema:
No contesta la bruja
coge el balón y se pone a tinequearlo hace figuras con el balón en el aire con los pies y la cabeza
El tuzo se para parece que lo pelaron
llega a donde la bruja y cuando está
a un metro de distancia más o menos la bruja le hace un pase corto al tuzo el tuzo se la devuelve
se van en pared corta
y el negro aparece en el arco gritando:
—“eíííí se lo humillo con una mano…”—
La bruja suelta el zurdazo
que pasa rosando el horizontal
Me paro y desentumo los huesos saltando en curruca Bajo a la cancha
vamos a jugar inchas del poderoso dim contra inchas del nacional
Juego con los inchas del nacional
y la bruja con los inchas del poderoso dim
Por encima del picacho aparecen nubes… (56-57)
La Bruja, que acaba de rechazar un duelo, opta por coger el balón y hacer figuras con él como invitación al juego. Hace una demostración de su destreza y todos responden al desafío, entrando a la cancha. El Negro incluso llega a gritar “eíííí se lo humillo con una mano…”, dando cuenta que dentro del juego el honor también puede verse disminuido.
Consecuentemente, es posible afirmar que el partido de fútbol ocupa el puesto de los torneos medievales y de los juegos griegos. En estos casos, sin embargo, el valor demostrado pertenece a la vertiente de la destreza más que a la del coraje, por lo que el énfasis, que antes estaba puesto en las amenazas, ahora recae en los movimientos, los pases y los chutes. El partido es tan importante como competición, que el sujeto poético acepta tácitamente resolver las afrentas anteriores a través del mismo, hecho que queda en evidencia con su penúltima afirmación: “Juego con los inchas del nacional / y la bruja con los inchas del poderoso dim”. Aunque haya cambiado el medio, el reto sigue en pie y juegan en equipos contrarios.
Ahora véase “Cartucho el bobo de la cuadra”:
Cartucho me contó la bronca entre el vizco y el caleño Se dieron puñaladas a una y dos
y la que no les gustaba se la cambiaban entre sí en el estómago […]
Según Cartucho el bonche fue de película que bolearon fierro como una hora
pepos y travados se hundían los fierros cuerpo a cuerpo Que la sangre volaba para los lados
igual que manada de golondrinas de paso por Medellín
Una cucha salió a ver el bonche
y se desmayó en la puerta de su casa.
Después en la gallada me comentaron más o menos lo mismo que Cartucho el saludo del zarco fue:
“—la que nos perdimos no…” y por qué… —le pregunté— “—no te acordás
que en diciembre del año pasado en el bailoteo en la casa del mocho tuvieron una bronca…
entonces desde eso el vizco se enfarraba se metía un inca entre el pantalón
y se dedicaba a buscar al caleño
y el caleño se enfarraba y con otro inca en su cintura hacía lo mismo, buscar al vizco
hasta que se encontraron corridos y bueno…”—. (16-7)
En este fragmento se habla de un duelo que sí sucedió. El valor adquiere tintes de fanfarronería (“y la que no les gustaba se la cambiaban entre sí en el estómago”) y, sobre todo, se hace énfasis en la cercanía, en el luchar frente a frente: mientras que la Bruja tiene un “odio de traicionero que por miedo no pelea frente a frente”, el Vizco y el Caleño “se hundían los fierros cuerpo a cuerpo”. No obstante, dos elementos vienen en desmedro del valor aquí demostrado: primero, combaten “trabados”, dando a entender que el coraje viene apuntalado por el uso de sustancias psicoactivas y, segundo, en vez de insistirse en la destreza, se subraya la brutalidad (“Que la sangre volaba para todos lados”).
El carácter del duelo, por su parte, reproduce puntualmente los parámetros trazados por la violencia protocaballeresca: es una demostración de valor, un espectáculo público, tanto que “una cucha” sale a verlo y se desmaya a causa de la impresión, y el Zarco se lamenta ante el sujeto poético por habérselo perdido. Al fin y al cabo, la masculinidad o valor deben sustentarse en una constatación pública recurrente.
Un último aspecto a destacar es la importancia de vengar las afrentas, tanto que los dos, luego del primer enfrentamiento, se dedican a buscar al otro con un puñal entre los pantalones. Si no lo hicieran, serían tomados por cobardes o afeminados. No obstante, ha de notarse que se demoran en combatir por segunda vez (el primer duelo fue “en diciembre del año pasado”) y que tuvieron que “encontrarse corridos”, “pepos y travados” para hacerlo, lo que da cuenta de una cobardía soterrada que tienen que contrarrestar antes de llegar propiamente a las armas. No ha de olvidarse, tampoco, que el Vizco es el mismo que rechazó la provocación de la Bruja. La gallada de Ramírez, al fin y al cabo, no suele cumplir con el ideal del campeón sin miedo.
Como se puede ver, muchos aspectos de la violencia protocaballeresca se mantienen: aparecen dos de las formas de competencia, duelos y torneos, bajo la forma de enfrentamientos a cuchillo y partidos de fútbol, respectivamente; hay un énfasis en el cultivo del valor, el cual se halla muy ligado a la masculinidad; la destreza adquiere protagonismo en el manejo del balón; son constantes las amenazas y el poner en duda el coraje del otro, y subsiste un cierto sentido del honor, el cual se ve vulnerado si no se responde a las provocaciones. La guerra, por su parte, no aparece en estos dos poemas, puesto que Ramírez se limita a relatar las vivencias de su gallada, sin incluir más pandillas o un narcotráfico que puedan justificar esos enfrentamientos. Al quedar ese factor eliminado, también se ven debilitados elementos como el estatus o la adquisición de riquezas. Además, aunque las reglas generales de la violencia protocaballeresca están presentes, se percibe una degradación de las mismas, pues las muestras de cobardía son más que recurrentes y las de valor están acompañadas por atenuantes: ir trabado, optar por el partido de fútbol, limitarse al insulto.
4. Mecanismos retóricos usados para manifestar la violencia protocaballeresca
Giacomo Leopardi sostiene que:
La poesía, quanto a’generi, non ha in sostanza che tre vere e grandi divisioni: lirico, epico e drammatico. Il lirico, primogenito di tutti […]; piú nobile e piú poetico d’ogni alto; vera e pura poesia in tutta la sua estensione; propio d‘ogni uomo anche incolto che cerca di ricrearsi o di consolarsi col canto, e colle parole misurate in qualche modo, e coll’armonia […]. L’epico nacque dopo questo e da questo; non é in certo modo che un’amplificazione del lirico, o vogliam dire il genere lirico che tra gli altri i suoi mezzi e subbietti ha assunta principalmente e scelta la narrazione, poeticamente modificata. (4234-5)
Más adelante concluye que: “E veggonsi i canti di selvaggi in gran parte, e quelli ancora de’bardi, partecipar tanto dell’epico e del lirico, che non si saprebbe a qual de’due generi attribuirli. Ma essi son veramente dell’uno e dell’altro insieme” (4234-5). Esto permite pensar en un género híbrido entre narración y poesía, que caracteriza no solo la producción de Ramírez, sino también los modelos épicos a partir de los cuales fue construido el concepto de violencia protocaballeresca, es decir, las epopeyas griegas y los poemas de caballería.
En consecuencia, es posible afirmar que la violencia protocaballeresca privilegia el empleo de géneros híbridos entre la narración y la poesía. Sin embargo, esto no excluye que haya diferencias sustanciales entre los tres acercamientos. Para hablar de ello, será necesario recurrir a los conceptos de encantamiento y desencantamiento propuestos por Sarah Cole. Estos consisten en los dos modos con los que la literatura puede abordar la violencia. El primero estriba en la presentación de la muerte violenta como un signo de sublimidad, con poder de transformación, mientras que en el segundo se la trata como degeneración y pérdida, sin ningún tipo de idealización o producción cultural (1632-33).
En este orden de ideas, se podría considerar que, mientras que los dos ejemplos épicos optan por un encantamiento de la violencia protocaballeresca (afirmación que valdría revisar en una investigación posterior), el esfuerzo de Ramírez, cuya obra puede ser ubicada dentro de la posvanguardia de la poesía conversacional, consiste en un proceso de desencantamiento. Antes de estudiar esto último, resulta necesario revisar los conceptos de posvanguardia y de poesía conversacional, con el fin de hallar algunas directrices para el análisis.
La posvanguardia se configura dentro de una pos-temporalidad diacrónica, es decir, se presenta como una respuesta a una vanguardia que la antecede (Ette 701) y por lo tanto se construye a partir de un carácter negativo. En una de sus vertientes, empero, se puede percibir un enfoque positivo, de propuesta más que de respuesta (Fabry y Pérez 7-8). Esta es la poesía conversacional que, según Roberto Fernández Retamar, se caracteriza por “un objetivismo que no excluye el lirismo […] [y] un acercamiento entre verso y prosa (y especialmente entre verso y conversación, que no es lo mismo)” (173).
En este sentido, a la hibridación entre poesía y narración, que ya se había señalado en Ramírez, se suma un acercamiento entre verso y conversación, que sirve para el proceso de desencantamiento. Esta cercanía se evidencia en el uso del parlache, el dialecto argótico creado por los jóvenes en los barrios populares de Medellín (Castañeda 78). Expresiones como “bolearon fierro”, “pepos y travados” y “se enfarraba” (Ramírez 17), así como la inclusión de errores ortográficos como “inchas”
(57) “rosando” (56), “vasila” (16) y “voz” (55) (por “vos”) y la supresión de la mayúscula inicial en los apodos dan cuenta de este empleo del habla popular. Otras características de su poesía que buscan rebajar el tema al simular un tono desmañado son la eliminación casi total de signos de puntuación (a excepción de los puntos suspensivos en los diálogos), el verso libre (que Víctor Gaviria define como ritmo nervioso y verso fragmentado [211-12]) y la ocasional desestructuración de la sintaxis (“La bruja qué berraco para joder saca mocos” [Ramírez 54]).
Al uso del parlache se suman otros mecanismos retóricos que vehiculan el desencantamiento. Nótese, por ejemplo, que en ningún momento es narrado directamente un duelo de cuchillos. En el caso de “Otra vez en la cancha”, los dos desafíos son rechazados y en “Cartucho el bobo de la cuadra” el relato es referido por terceros (Cartucho y el Zarco). El primero se explica por sí mismo: aunque se mantiene el sistema de una violencia protocaballeresca, el énfasis recae en la cobardía más que en el valor. El segundo caso sí merece un análisis más profundo: “Cartucho me contó la bronca entre el vizco y el caleño” (Ramírez 16), “Según Cartucho el bonche fue de película” (17) y “el saludo del zarco fue: / ‘—la que nos perdimos no…’” (17) son las tres maneras en las que se introduce la narración del duelo. En las dos primeras, el testigo es “el bobo de la cuadra” (16) y, en la tercera, quien narra no estuvo presente. El sujeto poético nunca vio la pelea y, por lo tanto, todo lo que refiere queda en entredicho. Al fin y al cabo, el relato ya ha pasado por varios intermediarios (en el primer caso, dos, Cartucho y el sujeto poético, en el segundo, tres, como mínimo: un testigo, el Zarco y el sujeto poético) y pudo haberse deformado. Esto no solo le quita credibilidad a la narración, sino que impide que se refieran los detalles de la pelea, los cuales, al demostrar destreza y retener la atención, conducirían a un encantamiento de la violencia (como suele suceder en la epopeya y el poema de caballería). Aquí, en cambio, es vista desde fuera y sin pormenores, quedando solo la impresión de una violencia injustificada y brutal (“pepos y travados se hundían los fierros cuerpo a cuerpo / Que la sangre volaba para los lados / igual que manada de golondrinas de paso por medellín” [17]).
Un tercer mecanismo de desencantamiento es la inclusión de elementos cotidianos y vulgares antes o después de los acontecimientos. En “Cartucho el bobo de la cuadra”, el duelo es precedido por la descripción de el “bobo” y su infructuoso acoso a mujeres, el cual es relatado
haciendo hincapié en su bajeza:
Si una pelada le da papaya en un sitio solo trata de agarrarla
y suena sus labios como dando besos
pelando tremendos dientes que tiene haciendo igual a un burro
……… las peladas le huyen asustadas………
queda Cartucho accionando las manos y sus dedos en son de caricias
como si el aire fuese
una cintura unos muslos y unos senos. (16; énfasis agregado)
Después de la intervención del Zarco, se menciona que este entra a un café, pide limonada y se queda “mirando la propaganda de un jabón / en donde una pelada desnudita / se baña el cuerpo en espuma de jabón” (17). La inclusión de la publicidad de un jabón, especificando la presencia de una “pelada desnudita” (17) (nótese el término de “pelada” y el diminutivo empleado), da cuenta de un objetivismo (retomando la tesis de Fernández Retamar) así como de una contraposición de temas que desencanta el hecho violento.
En “Otra vez en la cancha” sucede algo parecido, puesto que las primeras provocaciones de la Bruja constan de sacarse mocos, hacer con ellos bolas y tirárselas a Gelatina y al Vizco (54). Un poco antes, incluso se relata el modo en que el Negro simula un acto sexual, solo, sobre la hierba, acariciando y dando besos a una piedra y provocando la risa de la gallada (54). Justo después de los desafíos, comienza el partido de fútbol y se habla de los “inchas del poderoso dim” (57). Al tratarse del equipo contrario e incluir en su plantel a la Bruja, la inclusión del adjetivo “poderoso” en dos ocasiones no solo hace referencia a un mote popular, sino que adquiere un tinte irónico, que rebaja el tono del poema. Termina con una precisión de carácter natural (“Por encima del picacho aparecen nubes…”[57]) que, al ensanchar el marco de los acontecimientos, empequeñece estas riñas callejeras.
En resumen, con el fin de desencantar la violencia protocaballeresca, Ramírez emplea los siguientes mecanismos retóricos: uso del parlache (que involucra el léxico, la ortografía, la eliminación de mayúsculas, la versificación, la sintaxis y la puntuación), elipsis del acto violento e intromisión de elementos cotidianos como marco de la narración.
5. Conclusiones
Existe una violencia protocaballeresca que, al configurarse como un sistema de reglas manifiestas o tácitas, se opone al esquema de la anomia teorizado por Durkheim. Esta consiste en un cultivo del valor en su doble acepción de coraje y destreza, que permite la obtención de honor, se construye con base en la competencia y tiene como ligazón final un sentido de la lealtad, que une a los aliados entre sí y, sobre todo, los compromete con su honor.
En la propuesta de Ramírez, este modelo sufre algunas modificaciones: el valor toma las trazas de la masculinidad, se pone un mayor énfasis en la cobardía que en el coraje y se prescinde de la guerra como medio de competencia, acudiendo únicamente al duelo y al torneo, este último bajo la forma del partido de fútbol (tanto que la destreza queda supeditada al manejo del balón).
En cuanto a los mecanismos retóricos usados, se detecta una hibridación entre poesía y narrativa, que es constante en la obra de Ramírez, la epopeya griega y el poema de caballería. Sin embargo, la propuesta del primero busca un desencantamiento de la violencia, que conduce al uso del parlache, a la supresión de descripciones directas del acto violento y a la intromisión de marcos cotidianos. De este modo, en vez de poetizar la violencia como germen de símbolos y transformaciones, se la muestra despojada de principios idealizantes, como una degeneración vulgar.
Esta investigación, además de iluminar algunos aspectos de la poesía de Ramírez y presentar el concepto de la violencia protocaballeresca, abre el camino a una serie de futuros estudios. Al fin y al cabo, es posible aplicar este modelo a otros momentos de la historia y la literatura y así analizar, desde una perspectiva nueva, fenómenos como el de los gauchos y los compadritos argentinos o el de los mosqueteros franceses. A su vez, el concepto está sujeto a ampliaciones, pues sería posible revisar si también se presentan constantes en otros campos como lo son el trato con la mujer, la idea de hospitalidad y el sistema de deberes y recompensas. El cotejo con otras manifestaciones literarias y sociales y con otros sectores del quehacer humano ayudarían a configurar y desarrollar una herramienta de análisis cada vez más precisa.
Notas
1 Los poemas de Helí Ramírez contienen incorrecciones ortográficas que han sido respetadas en las citas.
Obras citadas
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Ramírez, Helí. En la parte alta abajo. Bogotá: Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2012.
Miguel Aguirre Bernal
Profesional en Estudios Literarios de la UPB y miembro del Comité Editorial de la Gaceta el Galeón. Segundo puesto en el Concurso de Cuento Débora Arango (2012), premio Andrés Bello (2016) y finalista del Concurso de Cuento Andrés Caicedo (2017). Su relato “Crimen” aparece en la antología 8 cuentos (2017). Entre el 2019 y el 2020 dirigió el ciclo de conferencias El mapa de los objetos perdidos en Otraparte