Revista ZUR - Volumen 4, N°1
Notas
Publicaciones literarias, llaves de inspiración para las mujeres del siglo XIX en México
"Guardianas del Tiempo" de Yadith Río De La Loza Gálvez
Autora
Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo
COMPARTE
Fecha
31 de Julio 2022
Fecha de recepción: 13 de marzo, 2022.
Fecha de aceptación: 6 de mayo, 2022.
Las mujeres durante el siglo XIX vivían en una grave situación de marginalidad, pues no eran consideradas ciudadanas, ya que no tenían derecho a votar, tampoco podían estudiar en la universidad y eran tratadas como menores de edad sin posibilidad de decidir en ninguna etapa de su vida, limitándolas al hogar, al matrimonio y a la maternidad. Sin embargo, las publicaciones literarias que comenzaron a circular en ese periodo representaron un espacio significativo en donde estas encontraron un escenario de expresión que les dio voz e hizo visible su inspiración, su manera de ser y de sentirse.
El objetivo de la presente nota es describir las publicaciones literarias donde las mexicanas comenzaron a escribir y a compartir sus ideas e ideales durante esta época en la ciudad de México. El texto hará un recorrido cronológico, recuperando nombres de revistas y periódicos, así como las colaboradoras y sus escritos. El interés por este tema surgió desde mi etapa de estudiante universitaria, pues me titulé con una tesis al respecto y hasta la fecha he seguido explorando las colaboraciones femeninas de ese ayer.
1. Primeras colaboraciones
Durante el periodo de 1810-1821, México vivió la guerra de independencia y logró vencer a España. Tal triunfo trajo diversas situaciones que convirtieron al país en un escenario de transformaciones constantes: se sucedieron diversos presidentes, la nación mexicana perdió la mitad de su territorio con Estados Unidos, siendo invadido tanto por este país como por Francia, un imperio formado por un príncipe astro-húngaro y la consolidación de un gobierno mexicano que realizó reformas contundentes, sobre todo la separación del Estado y la Iglesia. Ante este panorama, las mujeres mexicanas “dentro del marco cultural que habitaban, ellas no eran reconocidas como cultivadoras de actividades creativas o intelectuales propias de la esfera pública, sino como naturales del recinto doméstico y la esfera privada” (Romero Chumacero 12). Sin embargo, algunas fueron rompiendo con esos prejuicios.
Las protagonistas de estas transformaciones tuvieron tres perfiles específicos. El primero, que puede tener como referencia a Laureana Wright, eran mujeres de clase privilegiada, educadas por profesores particulares que advertían en ellas un potencial creativo que motivaban al invitarlas a sus grupos literarios para después apoyarlas en la fundación de publicaciones que pasaban de una línea editorial artística a una de vanguardia para la educación de las mujeres. Un segundo perfil tiene como ejemplo a Mateana Murguía, una mujer que al quedar viuda se vio forzada a trabajar y a estudiar, se convirtió en profesora gracias al surgimiento de la escuela Normal de Maestras, dio clases y empezó a colaborar en diversas publicaciones literarias. El tercer perfil está representado por mujeres como Rita Cetina quien mantenía una perspectiva crítica ante la situación de las mujeres y manifestó una gran iniciativa que la llevó a fundar su propia escuela para mujeres junto a una publicación destinada al público femenino: La Siempreviva. Estas autoras, sin embargo, junto a otras mexicanas, fueron aproximándose a la prensa poco a poco, ya que este medio tuvo también su propio desarrollo.
Uno de los primeros medios impresos fue el Diario de México (1805) en cuyas páginas pueden advertirse ya nombres femeninos. Una de las primeras en hacerlo fue María Velásquez de León que firmaba sus obras como “Doña M.V.L.”. Puede suponerse que este periódico no solamente llegó a recibir poemas firmados por mujeres sino también artículos, pero la tarea de identificarlos no es sencilla debido a la gran cantidad de seudónimos empleados. También es necesario aclarar que varios hombres posiblemente firmaban con nombres de mujeres, por lo que es difícil saber con acierto cuáles y cuántas mujeres efectivamente comenzaron a colaborar durante este periodo. La situación puede complicarse aún más cuando se empieza a pensar en la cantidad de muchachas que firmarían sus escritos con nombres masculinos.
Sin embargo, todas ellas empezaron a escribir por sí solas sobre sí mismas, no por ocio, sino por la necesidad de explicar y explicarse dentro del contexto de sus acciones, de su carácter como personas y como miembros de una sociedad, transformándose, quizá sin querer, en representantes de su tiempo y condición, empezando a demostrar que las publicaciones literarias representaban un espacio donde podían poner a prueba su inspiración. La confianza al ser publicadas confirmó su vocación para escribir y posiblemente provocó que después decidieran fundar sus propios espacios, perteneciendo a los contados casos de mujeres que tomaban la palabra para compartirla en esas páginas.
Mientras las mujeres se animaban a fundar sus espacios impresos, otros, como El Águila Mexicana (1826) y El Iris (1826), comenzaron en las siguientes décadas a insertar secciones especiales “para damas”, destinadas a recibir contribuciones literarias de mujeres, especialmente poemas. Posteriormente, empezaron a circular publicaciones exclusivas para público femenino, dirigidas por hombres. Dichos periódicos fueron: El calendario de las señoritas mexicanas (1838), de Mariano Galván; Presente amistoso dedicado a las señoritas mexicanas (1847, 1851-1852), de Ignacio Cumplido; Panorama de las señoritas. (1842), de Vicente García Torres y La semana de las señoritas mexicanas. (1850), de Juan R. Navarro. Estos espacios incluían secciones para artículos, relatos y poemas, la mayoría de inspiraciones masculinas. Sin embargo, algunas fueron ganando espacio:
La Contemplación / Baña ya el sol estraños horizontes, / El aura vaga en la arboleda umbría; / Y piérdase en la sombra de los montes / La tibia luz del moribundo día. / Reina en el campo plácido sosiego, / Se alza la niebla del callado río, / Y a dar al prado fecundante riego / Cae convertida en límpido rocío. (Gómez de Avellaneda 251)
Algunas de estas publicaciones empezaron a invitar públicamente a las mujeres a participar en sus secciones, obteniendo una favorable respuesta a través de los envíos de cartas, charadas, poemas y adivinanzas firmadas por damas, aunque siempre de manera discreta, ya fuera con iniciales, seudónimos, solo el nombre o únicamente el apellido. Así, en algunas traducciones puede verse que se da crédito a varias señoritas solamente con su nombre. De igual manera, en la sección de poesía era común encontrarse con iniciales o nombres incompletos, pues pocos textos eran firmados como lo hiciera Encarnación Sariñana: “A una flor / Flor hermosa, muchas veces / Tan completamente entusiasmada, / Y otras tantas embriagada / Con tu aroma me sentí. / Pero después, tristemente / Aparté de ti mis ojos / Al ver tus colores rojos / Desvanecerse, ¡ay de mí!” (Sariñana 216).
Según Fortino Ibarra de Anda, esos periódicos lograron conformar un público femenino que, a través de cartas, comenzó a solicitar a los directores de estas revistas la publicación de un mejor material didáctico y literario, producido, de preferencia, por escritoras (56). Si bien es cierto que esta reacción fue una causa importante para que las mujeres se aproximaran a participar directamente en la creación de sus propias publicaciones, debe también considerarse a los editores y escritores que las alentaron para colaborar en sus diarios, facilitándoles la entrada en sus redacciones, publicando sus poemas y traducciones y permitiéndoles más tarde intervenir en diversas secciones, como las referentes a la economía doméstica y a las crónicas sociales.
Al poco tiempo una mujer quedó por primera vez al frente de un periódico literario. Se trató de Ángela Lozano quien fundó, junto con Manuel Acuña y otros escritores, la revista El Búcaro (1873). Apenas tenía 21 años, pero había sido privilegiada con una buena educación, ya que estudió en 1861, en Guanajuato, en el colegio de la señorita Emilia Bernardi. Estos datos los compartió la poeta en una carta publicada en El Periquito, una publicación destinada a la infancia. Dicha misiva fue recuperada y calificada como “natural y sencilla”, pero, sobre todo, como poseedora de un tono jocoso e ingenuo (Romero Chumacero 39).
En la carta la poeta comparte rasgos de su vida, de los primeros textos que publicó en 1872 y que, además de poesía, escribía también artículos, cartas y una tesis sobre la cátedra de inglés para optar a la Escuela Nacional de Niñas.
Qué tal, ¿eh? Y esto en cuanto a prosa; respecto a poesía poco he publicado, porque me había propuesto nunca hacerlo; pero ya di al traste con ese buen propósito, la causa del cual era que cuando siendo más joven hacía lo que yo llamaba versos (que sea dicho de paso, ya están dignamente castigados), se me figuraba que una poetisa era una mujer romántica, y no quería parecerme a ese tipo, pues muy bueno me parece que haya en nosotras sentimientos, pero no sentimentalismo. Cuando en enero de este año se publicó en El Correo del Comercio mi artículo “La estrella de la tarde”, dieron en aplicarme el epíteto de poetisa corriente; dije yo, ya que así me llaman, démosles renglones desiguales y que lo digan por algo. (Lozano en Romero Chumacero 38)
2. Las Hijas del Anáhuac
Otro suceso muy significativo ocurrió en 1873, año en que apareció una publicación dirigida y escrita solamente por mujeres que representó la llave de acceso absoluto al mundo de la inspiración literaria para ellas: el semanario Las Hijas del Anáhuac.
Si bien la publicación surgió con la finalidad de promover la ejercitación en las clases de imprenta de las alumnas de la Escuela de Artes y Oficio para Mujeres, estas aprovecharon el espacio para dar a conocer sus composiciones a través del medio. A cargo de la dirección de la profesora Concepción García Ontiveros, el semanario circuló desde el 19 de octubre de 1873 al 18 de enero de 1874. La suscripción al mes costaba 25 centavos y cada ejemplar tenía un precio de seis centavos. La prensa de la época las recibió con beneplácito:
Un nuevo periódico redactado por las señoritas Guadalupe Ramírez, Concepción García y Ontiveros y Josefa Castillo, ha comenzado a publicarse en México con el nombre de Las Hijas del Anáhuac. No serían mis aplausos los que recomendarán a las lectoras del Diario del Salvador la bella inspiración de esas señoras para emprender una obra que tanto dice de su talento y cultura. Así, en lugar de los pálidos elogios que pudiera tributarles mi entusiasmo, me atrevo suplicarle a usted, la reproducción de algunos fragmentos del primer número, cuyas tres primeras páginas, copia La Nación, de donde tomamos la noticia. He aquí el prospecto y dos composiciones tituladas “Mis suspiros” y “Una gota de rocío”. Se siente orgullo y a la vez pensar que la América tiene hijas que, a los encantos de la belleza, reúnen los atractivos de una inteligencia y una institución brillante. (Ilancueitl 3)
Las colaboradoras presentaban relatos de paseos o fiestas, traducciones, cuentos, poemas, recetas de cocina y consejos de belleza. Desde su primer número puede advertirse que decidieron firmar sus textos con seudónimos, eligiendo nombres de mujeres de la época prehispánica, aunque las fundadoras, seguramente dado su rol como responsables del semanario, se presentaban de manera formal y completa: Guadalupe Ramírez y Concepción García y Ontiveros. Fueron ellas quienes insertaron en la segunda página del primer número su propia producción poética:
Mis suspiros / Ya relucen las fúlgidas estrellas / Y en orienta la luna se levanta: / El cenzontle en el fresno triste canta / Y yo huérfana exhalo mis querellas. / Perdí a mi madre que era mi tesoro / Y que en mi desdicha sin cesar pensaba. / Ámela, y en mi anhelo yo soñaba. / Tener para ella habitaciones de oro. (García y Ontiveros 2)
Durante los tres meses de circulación del semanario, Las Hijas del Anáhuac manifestaron que tenían la firme convicción de que podían dar a conocer públicamente sus ideas y emociones, sin temor a la crítica o al rechazo, por lo que invitaban a otras jóvenes como ellas a instruirse para producir “hermosas y correctas composiciones” (Ilancueitl 1). Además de la poesía y cuentos, pueden advertirse dos novelas por entregas: El linón blanco, firmada con el seudónimo de Ilancueitl, y Amor y Misterio, escrita por Guadalupe Ramírez:
En una noche, en un solo instante, el destino mataba las esperanzas del joven doctor; sin embargo, una idea feliz vino a su mente. Se acercó a Elvira y le dijo: – Salid de aquí. Yo os amo, huyamos de aquí y seré vuestro esposo. Elvira, usando de toda su fuerza de voluntad y llevando su abnegación hasta el heroísmo, le contestó: – Callad, Mario. Hoy pertenezco a Dios y a los desgraciados; pero espero en el cielo nos uniremos. Si me amáis, no volváis a verme; no quiero ser perjura, porque ofrecí no salir de este recinto sino para dormir en un sepulcro. – El primero y el último favor –dijo Mario– dejad que imprima un solo beso en vuestra mano. – No, Mario, idos y no penséis en mí. El perjurio tiene la maldición del cielo… (Ramírez 2)
3. Entre álbumes y correos
Diez años después apareció otra publicación destinada al público femenino a cargo de una mujer, El Álbum de la Mujer, de Concepción Gimeno de Flaquer, española radicada en México. El semanario circuló desde el 8 de septiembre de 1883 al 18 de junio de 1890 y tuvo una gran variedad de secciones donde se insertaban artículos, ensayos, crónicas y poemas. Que su primer número se ilustrara con la imagen de Sor Juana Inés de la Cruz permitía atisbar la certeza de la fundadora de que se trataba de un espacio destinado para que las mujeres publicaran sus textos literarios. No faltaban las recetas de cocina y consejos de belleza, pero sobre todo los poemas y las novelas por entregas, entre las que pueden mencionarse: La casa donde murió, La cruz de mayo y Tres amigas de Julia Asensi; La gratitud de una huérfana de María Antonieta González; Su héroe ideal, de Emilia Quintero; Victoria o heroísmo del corazón, Maura y Sofía de Concepción Gimeno y La rueda de la desgracia de Carolina Coronado, que inauguró el primer número del semanario:
Acababa de llegar a Madrid, de vuelta de una excursión de mis tierras de Andalucía, donde la pasión a la caza me había detenido cerca de tres meses sin pensar en otra cosa, y registraba mis esquelas y tarjetas retrasadas, cuando abrí una fúnebre que decía: «El excelentísimo señor conde de Ranzo…» El papel cayó de mis manos: ¡Dios mío! ha muerto el más querido de mis amigos, aquel por quien renuncié á la mujer única que he amado en el mundo. Luego encontré un billete, también con Oria negra, que me hizo estremecer porque conocí la letra; decía: «Querido Enrique: Tú eras el mejor amigo del pobre Virgilio, y te espera con ansiedad tu prima—Angela». (Coronado 10)
3. Entre álbumes y correos
Diez años después apareció otra publicación destinada al público femenino a cargo de una mujer, El Álbum de la Mujer, de Concepción Gimeno de Flaquer, española radicada en México. El semanario circuló desde el 8 de septiembre de 1883 al 18 de junio de 1890 y tuvo una gran variedad de secciones donde se insertaban artículos, ensayos, crónicas y poemas. Que su primer número se ilustrara con la imagen de Sor Juana Inés de la Cruz permitía atisbar la certeza de la fundadora de que se trataba de un espacio destinado para que las mujeres publicaran sus textos literarios. No faltaban las recetas de cocina y consejos de belleza, pero sobre todo los poemas y las novelas por entregas, entre las que pueden mencionarse: La casa donde murió, La cruz de mayo y Tres amigas de Julia Asensi; La gratitud de una huérfana de María Antonieta González; Su héroe ideal, de Emilia Quintero; Victoria o heroísmo del corazón, Maura y Sofía de Concepción Gimeno y La rueda de la desgracia de Carolina Coronado, que inauguró el primer número del semanario:
Acababa de llegar a Madrid, de vuelta de una excursión de mis tierras de Andalucía, donde la pasión a la caza me había detenido cerca de tres meses sin pensar en otra cosa, y registraba mis esquelas y tarjetas retrasadas, cuando abrí una fúnebre que decía: «El excelentísimo señor conde de Ranzo…» El papel cayó de mis manos: ¡Dios mío! ha muerto el más querido de mis amigos, aquel por quien renuncié á la mujer única que he amado en el mundo. Luego encontré un billete, también con Oria negra, que me hizo estremecer porque conocí la letra; decía: «Querido Enrique: Tú eras el mejor amigo del pobre Virgilio, y te espera con ansiedad tu prima—Angela». (Coronado 10)
Ese mismo año apareció El correo de las señoras, que, si bien fue fundado por un hombre, José Adrián M. Rico, murió al poco tiempo y su viuda, Mariana Jiménez, se convirtió en propietaria del periódico, el cual circuló durante diez años. Con el mismo diseño y formato de los otros, también se enfocó en otorgar espacio a las creaciones literarias de las mujeres, entre ellas Rosa Carreto, Refugio Barragán de Toscano, Dolores Jiménez y Muro, Esther Tapia Castellanos y Laureana Wright, quien en los últimos números publicó uno de los ensayos que hasta la fecha es considerado como significativo para el feminismo mexicano por su pensamiento de avanzada: “¿Qué necesita la mujer para llegar a esta perfección? Fuerza de voluntad, valor moral, amor a la instrucción y, sobre todo, amor a sí misma y a su sexo para trabajar por él, para rescatarle de los últimos restos de la esclavitud que por inercia conserva” (Wrigth de Kleinhans 3).
4. Textos violetas
Fue precisamente Laureana la fundadora de Violetas del Anáhuac, un auténtico semillero de producción literaria que de 1887 a 1889 dio espacio a un número representativo de mujeres para que colaboraran. El subtítulo elegido delataba la riqueza de su contenido: “Periódico literario, redactado por señoras”.
Durante los dos años que circuló el semanario se insertaron, sin interrupción alguna, artículos, ensayos, traducciones, novelas por entregas, charadas, sonetos y versos que representaban el sentir de aquellas mujeres. Por medio de ellos describían sus impresiones ante un hermoso paisaje, sus recorridos a cualquier estado del país, o sus impresiones en un simple salón de baile. También publicaron poemas románticos, patrióticos y varios más donde ofrecían una visión particular de lo que para ellas significaba ser mujer:
Vivir para el amor y el sentimiento / Consagrase al hogar, a la ternura,/ Sacrificar talento y hermosura / En aras del hogar, es el talento, / De buscar la gloria sin tormento, / De brindar el placer sin amargura, / Es llenar su misión sublime, pura, / En su atmósfera propia, en su elemento, pero sensible, débil y cautiva, / Con tu siglo, tu alma y con la ciencia luchar venciendo, cual venciste altiva, / Es cambiar por ti misma tu existencia / De suave, perfumada, sensitiva, / En astro de brillante Refulgencia. (Correa y Zapata 47)
Violetas del Anáhuac proporcionó también a sus lectoras novelas y relatos donde la mayoría de veces el personaje central era una mujer que se enfrentaba a diversos problemas, ya fueran sociales, amorosos o morales, ubicando a la heroína en la época que se estaba viviendo. Varias colaboradoras intentaban darle una solución correcta al conflicto presentado, analizando el argumento y aportando diversas opiniones, que cuestionaban la situación femenina del siglo XIX:
No es exagerado el tipo de nuestra heroína y más de una vez he tenido ocasión de presenciar ejemplares semejantes, y como voz me he preguntado también: ¿es realmente una virtud corresponder a las vejaciones, al maltrato y a las humillaciones de todo género, con el amor más abnegado, con el sacrificio de la salud, de la dignidad, de la reputación y tal vez con el de la vida? Esas pobres mártires que hacen una religión del amor a su verdugo y que no comprenden el deber sin el sacrificio ¿obrarán realmente inspiradas en los sólidos principios de una educación moral bastante elevada, o quizá obedecen a una ley ineludible y fatal y en tal virtud obran inconscientemente? (Murguía 157)
Resulta interesante considerar que a través de la poesía no solamente se manifestaban sentimientos o estados de ánimo, sino que, también, era una manera de mostrar el afecto o admiración entre mujeres, e, incluso, manifestar algún reclamo, como fue el caso de Ignacia Padilla quien, luego de que se publicara su semblanza en las páginas del semanario, lamentaba que se hubiera puesto el año de su nacimiento, inquietud que expresó en una ingenua y original composición poética:
Pero después de la fecha / Por la que sufro y me aflijo / Hay tantos y tantos elogios / Todos tan inmerecidos / Que por eso justamente / Me ablando y me reconcilio / A Mateana y a usté debo / El inmenso beneficio / De encontrarme entre violetas. / Su grato perfume aspiro. / Y yo… / ¿Qué le ofreceré? / Por los bienes que me hizo. / Un corazón hecho pasa. / Pero muy agradecida. (Padilla 525)
Laureana Wright tuvo la sensibilidad, pero también el liderazgo para que en cada número diferentes mujeres escribieran. Quienes fueron más constantes y, al parecer más cercanas, fueron Mateana Murguía (quién asumió la dirección del semanario durante su último año), Fanny Natali (firmaba con el seudónimo de Titania), María del Alba (al parecer otro seudónimo, que me atrevo a suponer era de Concepción Gimeno), Ignacia Padilla, Rosa Navarro, Dolores Correa y Margarita Kleinhans. Las demás colaboradoras fueron esporádicas o publicaron textos muy contados, pero en las páginas de Violetas del Anáhuac siempre se encontraban firmas de mujeres: María de Luz Murguía, Concepción Manresa de Pérez, María del Refugio Argúmedo, Emilia Rimbló, Elvira Lozano Vargas, Catalina Zapata de Puig, Carolina Morales, Angela Lozano de Begovich, Dolores Puig de León, Josefa Espinoza de P., Felícitas González, Asunción Melo Río, Ernestina Naville, Antonia Rosales, Consuelo Mendoza , Micaela Hernández, Blanca Valmont, Rita Cetina y Dolores Mijares. La editorial del primer número sintetiza lo que la publicación se propuso y, sin duda, logró:
Aquí estamos.
Venimos al estadio de la prensa a llenar una necesidad: la de instruimos y propagar la fe que nos inspiran las ciencias y las artes. La mujer contemporánea quiere abandonar para siempre el limbo de la ignorancia y con las alas levantadas desea llegar a las regiones de la luz y la verdad. Santa Teresa nos prestará su sombra simpática para inspirarnos en sus virtudes y su sabiduría; la Avellaneda nos dará su genio y su vigor de hombre; Isabel Prieto nos ofrecerá la brillantez de su gloria… Venid, hermanas; la regeneración aparece en el horizonte de nuestro cielo y los iris que la circundan la iluminan con todo su magnífico esplendor. (Del Alba 4)
El semanario desapareció por la grave enfermedad que empezó a debilitar la salud de su directora y fundadora, Laureana Wright. Sin embargo, las semillas ya estaban esparcidas, la tierra abonada y tanto los frutos como las flores brotarían con gran fuerza en el siglo XX. En efecto, en 1904 se fundó La Mujer Mexicana, espacio desde el cual un gran número de “violetas” no solamente homenajearon a su maestra y guía, sino que también demostraron que la escritura literaria y periodística inspiraba a las nuevas generaciones de mujeres mexicanas.
5. Reflexión final
Las mujeres mexicanas del siglo XIX encontraron en las publicaciones literarias el espacio ideal para expresar sus sentimientos, emociones e ideas. Sin duda, un momento representativo fue cuando comenzaron a fundar sus propias publicaciones y a dar espacio a sus contemporáneas, ya fuera para dar a conocer recetas de cocina o consejos de belleza, como para difundir producciones literarias y periodísticas.
Las publicaciones recuperadas dieron voz a las mujeres, que, si bien vivían una situación compleja en esa época al no poder votar o tener acceso a la educación superior, también empezaron a romper con prejuicios y estigmas. Se definieron a sí mismas en cada página y mostraron su realidad, así como sus aspiraciones. Posiblemente reforzaban algunas virtudes consideradas femeninas, como la sumisión, la dulzura y la abnegación, pero, al mismo tiempo, atisbaban otras ideas sobre sí mismas. Cada una de ellas utilizó un medio de expresión y hasta de presión social al alcance de su clase: la prensa. “Lograron de esta forma dibujar a las mujeres del siglo XIX en el contexto de sus acciones, de su carácter como personas y pertenecientes a una sociedad” (Hernández 68). Las revistas literarias del siglo XIX representaron, sin ninguna duda, el vehículo a través del cual mejor se expresaron las mujeres de esa época.
Obras citadas
Coronado, Carolina. “La rueda de la desgracia”, El Álbum de la mujer. 5 de jul. 1883. A:10.
Correa y Zapata, Dolores. “La mujer”, Violetas del Anáhuac. 26 de dic. 1887. A: 47.
Del Alba, María. “Aquí estamos”, Violetas del Anáhuac. 4 de dic. 1887. A: 4.
García y Ontiveros, Concepción. “Mis suspiros”, Las Hijas del Anáhuac. 19 de oct. 1873. A: 3.
Gómez de Avellaneda, Gertrudis. “Contemplación”, Panorama de las señoritas. 12 de mayo. 1842. A: 251.
Ibarra de Anda, Fortino. Las mexicanas en el periodismo. México: Imprenta Mundial. 1934.
Ilancueitl. “A nuestras lectoras”, Las Hijas del Anáhuac. 19 de oct. 1873. A: 1.
—–. “Bienvenida”, Las Hijas del Anáhuac. 19 de oct. 1873. A: 3.
Murguía de Aveleyra, Mateana. “Emilia”, Violetas del Anáhuac, 17 de abr. 1889. A: 157.
Padilla de Piña, Ignacia. “A Laureana Wrigth”, Violetas del Anáhuac. 17 jun. 1888. A: 525.
Ramírez, Guadalupe. “Amor y Misterio”, Las Hijas del Anáhuac. 9 de nov. 1873. A: 2.
Romero Chumacero, Leticia. Testimonios de mujeres sobre escritura creativa: ensayos,cartas y otras prosas (México 1866-1910). México: Universidad Autónoma de la Ciudad de México, 2017.
Sariñana, Encarnación. “A una flor”, La semana de las señoritas mexicanas. 12 de sep.
Wrigth de Kleinhans, Laureana. “La mujer perfecta”, El correo de las señoras. 5 de jun.
Elvira Hernández Carballido
Profesora investigadora en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. Estudió en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, en la UNAM, la licenciatura, la maestría y el doctorado, todo en el campo académico de la comunicación. Escribe en la columna Bellas y Airosas de la Agencia SemMéxico. Ha escrito diversos ensayos y libros, entre los más recientes están Mujeres de primera plana (2020) y su primera novela Las Melodys (2021).
Correo electrónico: elviracarballido62@gmail.com