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Artículo

Una mirada friccional e hiperrealista a las novelas El buscador de cabezas (2006) de Antonio Ortuño y Moronga (2018) de Horacio Castellanos Mora

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Fecha

01 Diciembre 2020

Autor

Edson Casstillo Montoya

01 Julio 2021

Fecha de recepción: 30 de julio 2020.

Fecha de aceptación: 5 de septiembre 2020.

Las temáticas posmodernas han sido inspiración para variados escritores que han publicado desde el 2000. La crítica social, política, las distopías, ucronías, violencia, muertes, incorporación de aparatos tecnológicos, intimidades de la conciencia, entre otros recursos surgen en cada texto literario editado en la última década. Pero no solo son empleados los objetos externos; la intrahistoria de cada personaje adquiere un papel preponderante en cada trama. Las guerras, revoluciones, levantamientos políticos y/o sociales también son parte de los nuevos motivos literarios. En Centroamérica el campo literario ha sido tierra fecunda en relación a este tema. Terreno en donde los límites discursivos se han traslapado con lo nacional, internacional e íntimo (Ortiz 48). Topografía estética que ha aportado en la creación de mundos ficcionales, fundiendo lo personal con una realidad de mundo cruel e individualista.

En las dos novelas a comentar, El buscador de cabezas del escritor mexicano Antonio Ortuño y Moronga del salvadoreño Horacio Castellanos Moya la historia tradicional se ve influenciada por una historia personal o ficcional que marca un antes y un después en la trama. En la novela de Ortuño, escrita en 2006. El autor presenta la historia Alex Faber, un hombre de casi treinta años (Ortuño 25) el cual desde la adolescencia ha sido un activo simpatizante de grupos de ideologías totalitarias. Su vida, se puede resumir en rutina, sexo insatisfactorio, trabajo aburrido y antiguas amistades peligrosas. A partir desde este último rasgo la historia de Faber dará un vuelco al colaborar, de manera indirecta, para la elección presidencial de una mujer que encarna las soluciones a los problemas de todos los mexicanos. Guadalupe Garza representa, como figura tiránica fascista, todo lo que Faber había dejado atrás: violencia, abusos, asesinatos, extorción, sangre e ideología. Como descendiente directo de alemanes, Ortuño expone un personaje sumido en constantes monólogos acerca de su actuar, gustos y futuro.

Referente al contexto social, el autor no deja nada al azar. La crítica a la Iglesia es un guiño trasversal a la historia. Además, la presencia de la figura femenina es presentada como erótica y sexual. Siempre haciendo la decimonónica deferencia entre mujer ángel y mujer fatal. En este caso, la mujer blanca y la mujer morena. Cada una de ellas, diferente pero iguales en lo que consta al deseo sexual, voluptuosidad y descaro. Alicia, la ex de Faber, Rocío, la mujer con la que mantiene sexo casual y Sony Chávez (Ortuño 30), la fotógrafa, compañera de labores en el periódico son una trilogía femenina que pulula permanentemente en los pensamientos de Alex Faber y actantes que llevan al protagonista a la toma de decisiones. La figura materna o amor filial quedan desplazados por figuras de mujeres que encarnan el deseo y el erotismo. Por lo mismo, la madre de Alex no posee gran importancia en la vida del personaje principal por haber fallecido al finalizar su niñez. La relación con su padre es tensa al igual que con su hermano. En general todos los personajes presentes en la novela de Ortuño, con respecto a las relaciones familiares obedecen a rompimientos o sufrimientos vividos con anterioridad. En el caso de la familia Faber, la carencia de la figura materna forma un halo de inseguridad que Alex suple con su incorporación a un grupo con tendencia neonazi.

Para Alexandra Ortiz la ruptura de un pasado inmediato forma oscilaciones en las redes de relaciones (Ortiz 66). En este caso no solo las rupturas se forman a nivel íntimo, sino también, a nivel social. La elección de Garza como presidenta forma un quiebre que no es solucionado y que solo se atenúa con el exilio de los personajes. El estilo de Ortuño sella en esta novela las relaciones entre ficción, historia y memoria. Recordando que el mismo escrito literario realizado por Alex Faber es una petición a “sueldo de un editor” (Ortuño 25).

En relación con lo anterior, el concepto de “friccionalidad” propuesto por Alexandra Ortiz (66) encaja perfectamente con El buscador de cabezas. La novela suma la tensión del thriller y por añadidura la ficción y la historia. Elementos que son visibles en la novela de Ortuño desde su inicio al argumentar su escritura ficcional al trabajo memorístico del protagonista ejerciendo un trabajo de reescritura, relectura y reinterpretación de los hechos acaecidos en un pasado y los cuales son entregados al lector vinculándolo en la trama a través del suspenso y la ambivalencia de sentimientos. El desamparo del protagonista es traspasado al lector por medio de diferentes técnicas. La escritura por encargo se convierte en una autobiografía cargada de anécdotas, flash-back, imágenes, multiplicidad de voces y recuerdos. Todos ellos dan cuenta del fracaso de cada una de las vidas presentadas en la obra; las cuales se desfragmentan a medida que avanza la historia y también a medida que el régimen fascista toca cada una de las hebras de la existencia de cada personaje. Al igual que en la obra de Castellanos Moya, Moronga, que será comentada más adelante, el fracaso existencial del protagonista refleja el fracaso de la revolución ideológica por medio de un marasmo psicológico de Alex Faber y José Zeledón los que son víctimas de las ideas totalitarias de derecha respectivamente.

Las escenas expuestas en la lectura son otro aspecto relevante que ayudan en la configuración de la historia interna y lo extraliterario. Como menciona Alexandra Ortiz (75) las acciones ejecutadas por los personajes crean en ensamble que mezcla la vida personal, social y política de cada uno de ellos. En El buscador de cabezas este tema se muestra desde el inicio del relato. La Marta es la representación empírica de lo despreciado por el régimen de Guadalupe Garza. Es un travesti culto, crítico de arte, refinado, conocedor de buena música, cuadros y libros. Tiene un cuerpo de atleta y un prominente bronceado” (Ortuño 25). Su vida es un constante ir y venir entre lo personal, lo social y lo político. El cual, al igual que la mayoría de los personajes que sobrevive a la represión de Garza escapa del país sin antes haber pasado por las instalaciones de la policía política gubernamental. Lo mismo ocurre con la tortura de Milagros, la muerte de Joaquín Nava el poeta comprometido” y esposo de Sony, la presencia omnipresente de la corrupción, la violencia contra la mujer, el aborto, entre otros temas.

En Moronga, de Castellanos Mora, la temática principal también está vinculada con la vida íntima, lo social y lo político; pero visualizado desde el exilio. A diferencia de El buscador de cabezas de Ortuño, en donde Alex vive un tiempo en complicidad con el régimen, José Zeledón participó activamente en la lucha armada en su país, teniendo que refugiarse en los Estados Unidos de 2010. Por lo mismo, es presentada implícitamente como una novela de testimonio, pero ese testimonio queda solapado al descubrirse que José sigue activo, de manera clandestina claro está, de un grupo paramilitar que aún actúa en el país del norte. Como visualiza Alexandra Ortiz (83) la novela emplea técnicas propias de la novela testimonial, pero con caracteres que desestabilizan su propuesta como ficción literaria. Del mismo modo que Ortuño, Castellanos Moya usa el recurso del thriller para captar la atención del lector. Sin dudas la novela comienza acompasada respecto a las acciones y los diálogos, pero lentamente el relato comienza a desvelar sus fisuras, disoluciones, ambigüedades e indeterminación en lo referente a los personajes que giran en torno al protagonista. Estos rasgos llevan a considerar al relato como un juego entre autor, ficción y lector.

La oscilación entre novela y testimonio es también uno de los rasgos con el que Castellanos Moya cabe dentro del estudio de Alexandra Ortiz. Para la académica salvadoreña (86) este tipo de novelas destaca por la apropiación de una realidad extraliteraria como recurso de denuncia a una situación histórica y social de un determinado espacio y tiempo.

Alcanzando el relato una multirrelacionalidad a partir de una realidad, una identidad, una historia, una nación y un testimonio condensados en una novela. José (sobre)vive en un país que no le agrada y trabaja en lo que puede. Constantemente se está moviendo, escribiendo correos o conectado a internet. A diferencia de Ortuño, Castellanos Moya incorpora frecuentemente el uso de tecnología, aparatos electrónicos de uso cotidiano y series de televisión. No está de más mencionar el año de publicación, 2018, hace dos años. Con lo que el uso de teléfonos celulares, como el Iphone, las tabletas, como el Ipad, los servicios de geolocalización, revisión de correos electrónicos y cámaras de vigilancia sean parte del entorno natural de Merlow City.

Otro de los recursos que emplea el autor de Moronga es la bifurcación imbricada de la trama. En una primera instancia, se narra la historia de José. Hombre que, a pesar de su oscuro pasado, trata de olvidarlos trabajando. Desde su pensión comienza a conocer a diferentes personas que le van ayudando a hacer su vida más llevadera. Entre estos personajes hay una pareja de lesbianas, Stacey y Nikki, con la segunda comienza a tener una aventura amorosa. Acá el narrador no escatima en censura para describir sus encuentros erótico-sexuales con Nikki. En la segunda parte, el relato se centra en la historia del académico Erasmo Aragón, profesor de literatura en “Merlow College” que obtiene una beca para investigar acerca de las verdaderas causas de muerte del poeta Salvadoreño Roque Dalton “en la capital del imperio” (Castellanos 137). Tema que es descubierto por Aragón, pero no expuesto al lector de manera explícita. En cuanto a los personajes principales, José y Erasmo, ambos son presentados con una timidez, especialmente en Aragón, pero al avanzar en las páginas; el lector vislumbra, con no menos asombro, la vida oculta que poseen ambos protagonistas. Cada uno de ellos tiene argumentos para haber dejado su país natal, los dos tienen experiencias pasadas que tratan de olvidar, pero, aun así, su pasado los condena. Viven con miedos, entre una de las culturas más miedosas, con gobiernos que juegan con el miedo de los ciudadanos. Zeledón y Aragón permanentemente están pendientes de no ser seguidos, borran sus correos o archivos, tienen precauciones por el solo hecho de ser inmigrantes, y a pesar de tener su documentación al día, prefieren no ser chequeados por las autoridades competentes. Con todo, mantienen relaciones íntimas con varias mujeres y dan sin querer, datos de sus vidas o de sus experiencias en actividades de las que insisten huir.

El binarismo de los protagonistas y en consecuencia de la trama, conforman “vínculos intratextuales y extratextuales” (Ortiz 90) los cuales producen un tercer segmento (88) que aúna los dos relatos; el que se materializa en el epilogo de la novela El tirador oculto (Castellanos 295). Es aquí en donde una traductora, Patricia Jaramillo, redacta y expone los hechos que son desconocidos por el lector hasta ese momento.

La presencia de infantes en las dos novelas analizadas es otro punto que se puede acotar. Para Juan Eduardo Cirlot (332-332) los niños simbolizan el futuro y las fuerzas formativas. Si son el futuro, en los dos relatos, este ya no existe o peor aún, será de carácter negativo. En el caso de El buscador de cabezas, estos son estigmatizados como propios de las clases populares (Ortuño 135). Sony, es un caso particular en la trama, aunque no difiere mucho con los niños que piden limosnas cerca de la resguardada iglesia del cardenal Galindo y que mueren de hambre en contraste con el lujo de los jardines del santo lugar. En general, la figura infantil es relegada como acompañamiento en la pobreza, en el dolor y en la violencia. Ahora bien, en Moronga, los niños son expuestos en su rasgo más superficial o como miembros permanentes de las familias norteamericanas. Amanda (Castellanos 267-271), es diferente. Ella representa, en cierto modo, el problema que significa Latinoamérica para los Estados Unidos. Amanda es una niña hipersexualizada que ha visto y vivido experiencias que no han debido ocurrirle a su corta edad. Como fiel representante estereotipado de la cultura hispanoamericana; es un verdadero dolor de cabeza para sus padres adoptivos. Violenta, desagradecida, erótica, sexual y grosera. Son algunos de los adjetivos que puede ser calificada de manera sucinta.

En lo concerniente al análisis de las dos obras desde la cultura posindustrial de la segunda mitad del siglo XX. Leonardo Oittana (255) sustenta sus argumentos en lo expuesto anteriormente por Jean Baudrillard en lo referente al mercado, avances tecnológicos y comunicacionales. Al igual que en las novelas, la realidad se volatiliza gracias al efecto que producen los medios de comunicación de masas en las sociedades contemporáneas. Con ello, lo social comienza progresivamente a desmaterializarse alcanzando un nivel de no retorno. Comparado esto con las dos novelas analizadas, El buscador de cabezas expone una sociedad que lentamente fue alcanzando un grado de violencia de la mano de las publicaciones de los periódicos, la televisión y la radio. Medios predominantes en la ficción de Antonio Ortuño. Estos, alcanzan el objetivo de trasformar al país en un sitio hostil que necesita imperiosamente la patriótica “mano dura” de alguien que acabe con la violencia, la corrupción y los asesinatos. Resultando todo lo contario a lo esperado, incluso para el lector, que vaticina en Garza las esperanzas de un pueblo doliente y necesitado de esa mano materna que muta en represión y sangre. La mediatización de la realidad se vincula con el uso de signos. Alex Faber todavía guarda la cruz celta, símbolo del grupo fascista Los Republicanos. Cruz que no solo representa a un determinado grupo, sino también, al nuevo gobierno elegido democráticamente.

Cirlot (157-158) define a la cruz como la aversión al árbol de la vida paradisíaco; entregando una derivación trágica al término. De este modo, la cruz “celta” se configura como un indicio de muerte y sufrimiento que será transversal a todo el relato; quedando postergada la vinculación al cristianismo como vía a la divinidad. Esta (des)ilusión creada por los medios masivos de comunicación Baudrillard la llama “hiperrealidad” cuando la realidad es filtrada por las tecnologías que refinan o modelan la realidad acorde a las necesidades de la economía o, como en la novela de Ortuño, a la política. La crisis derivada de la “hiperrealidad” no solo afecta a lo económico o político, a su vez influencia a lo cultural y a lo estético, como ocurre en el relato protagonizado por Faber donde se realizan desfiles militares y populares agradeciendo la abnegada labor de la presidenta que incluía dentro de su propuesta de gobierno acabar con los indígenas (Ortuño 151). Sobre lo mismo, la utopía creada por Garza no es más que una ilusión mediática que intenta ocultar una realidad que dista de lo concreto. Su afán de trasformar a la nación cobra un precio en vidas inocentes que son vistas como necesarias por un régimen ideologizado.

Para la obra de Castellanos Moya, la “hiperrealidad” producida por los medios de comunicación no es tan siniestra como en Ortuño. Aunque los medios forman fantasías y reflejosen una sociedad poscapitalista como lo es la norteamericana; estaestructura mediática es empleada principalmente para la inducción de necesidades (consumo), entretención, comunicación (redes sociales) y como herramientas cotidianas (apps y programas móviles). Claro, que la crítica oculta del autor no es explícita referente a este tema. José Zeledón se da cuenta del peligro que significan los mass media cuando se desempeña como revisor en los Servicios Tecnológicos de Merlow College. Revisando correos electrónicos de profesores y estudiantes de la universidad; y las imágenes de las cámaras de seguridad de la ciudad. Situación en donde conoce indirectamente al académico Erasmo Aragón. Incluso antes de trabajar para la universidad Zeledón tomaba sus precauciones al navegar por internet o al responderle al «Viejo». Incluso se menciona que no posee cuentas de Facebook o Twitter (Castellanos 85) pero sí emplea los mapas de Google para localizar calles o lugares (121).

El filtro de la “hiperrealidad” en Moronga es más débil que en El buscador de cabezas, pero la realidad es destilada por medio de la conciencia del personaje principal. Es él, quien oculta sus pensamientos y vida guerrillera; son los medios de comunicación quienes en parte cooperan con sus intereses y bienestar. Acá la “hiperrealidad” se presenta como un recurso positivo para el contexto interno y para el entorno norteamericano, y no como un medio de propaganda ideológica o política.

No obstante, a pesar de las diferencias que poseen las dos novelas comentadas, tienen una similitud en lo referente a lo que Alexandra Ortiz (93-94) denomina “Cultura de la Memoria”. La que define como una preocupación fundamental entre a la política y cultura. Dicho de otra manera, los protagonistas cargan con un pasado que les atormenta y tratan con variadas estrategias olvidar u omitir. Su condición de «fugitivos» del olvido los hace realizar acciones que tienen como objetivo acallar sus visiones y recuerdos de situaciones dolorosas o traumáticas. Este juego entre la dicotomía “recuerdo/olvido” son los principios que fundamentan estructuralmente a las novelas de Ortuño y Castellanos Moya. Alex Faber y José Zeledón tienen un pasado oscuro, experiencias que guardan y que pocos conocen (memoria de los vencidos). La violencia, la guerra fratricida, las muertes, los cuerpos inertes, la división de una nación, el dolor y el sufrimiento. Son una crítica encubierta en narración que toma la forma de diario personal. En consecuencia, la incorporación de la primera persona no es al azar; ya que, el punto de vista del narrador sitúa las acciones, el tiempo, el espacio y uso del lenguaje dependiendo de las necesidades lingüísticas y literarias con el fin de desarrollar una estructura narrativa cercana a los postulados de la novela testimonial y, por añadidura la inserción crítica por parte del autor sobre una temática cercana a sus experiencias o pensamiento de un determinado contexto histórico, social y político de un pueblo que desea ser atendido en sus demandas como lo son la gran parte de los países latinoamericanos que personifica, en alguna medida la tradición oral prehispánica.

En suma, las dos obras analizadas, poseen rasgos que las clasifican como novelas ricas en crítica social, contemporáneas, de narrador autodiegético y en las cuales los personajes principales evidencian un ciento tipo de orfandad respecto a las experiencias de vida. Sin embargo, su capacidad de adaptación como seres transeúntes o de paso por las diferentes cartografías de su ambiente los convierten en palabras de Alejandra Ortiz (137) en “sujetos transnacionales” saturados de miedos, inseguridades y desconfianza. Alex, José y Erasmo son tres tipos que llevan a cuestas secretos que no deben ser desvelados, los que, a pesar de los cuidados que tienen de no entregar información de más, son seres carnavalescos al aparentar una personalidad que oculta a otra. En efecto, esto los autores lo concretan gracias al entorno físico, social y psicológico que construyen alrededor de sus protagonistas. Entre estos recursos se consideran los medios masivos de comunicación e información, las redes sociales, la informática y el uso de programas exclusivos para teléfonos móviles. Por otro lado, el tejido social que van armando los personajes afirma que no solo las redes están materializadas en pantallas, sino también, en las relaciones interpersonales que se van construyendo alrededor de ellos. Además, la presencia de la friccionalidad, el thriller, la “multirrelacionalidad y la hiperrealidad” son atributos que transforman a este tipo de novelas poco conocidas en Chile en propuestas literarias para su análisis y discusión.

Obras citadas

Castellanos, Horacio. Moronga. Santiago: Penguin Random House Grupo Editorial, 2018. Cirlot, Juan Eduardo. Diccionario de símbolos. Barcelona: Siruela, 2014.

Oittana, Leonardo. “La desaparición de lo real o el éxtasis de la comunicación”.

La trama de la comunicación, XVII, 2 (2013): 255-269.

Ortiz, Alexandra. El arte de ficcionar: la novela contemporánea en Centroamérica. Madrid: Iberoamericana Vervuert, 2012.

Ortuño, Antonio. El buscador de cabezas. Ciudad de México: Editorial Planeta, 2017.

Edzon Castillo Montoya

Profesor de Castellano y Licenciado en Educación por la Universidad de Playa Ancha, Valparaíso. Obtuvo un Máster en Literatura Española e Hispanoamericana por la Universidad de Barcelona (España). Becado por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso concluye actualmente el programa de Doctorado en Literatura de la misma universidad. Se desempeña como profesor de Lengua y Literatura en el Liceo Pulmahue en la ciudad de La Ligua. Sus áreas de investigación son Poesía Chilena y Latinoamericana, específicamente de dictaduras y Literatura Española del Siglo de Oro y Contemporánea.

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