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Revista Zur / Volumen 2 N°2 / Mundos en constante colisión
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Mundos en constante colisión: una mirada a la obra de Germán Espinosa

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Fecha

01 Diciembre 2020

Autor

Carlos Gamboa

01 Julio 2021

Fecha de recepción: 04 de agosto de 2020.

Fecha de aceptación: 07 de septiembre de 2020.

Germán Espinosa nació un 30 de abril de 1938, en Cartagena de Indias (Colombia) y murió en la capital (Bogotá) el 17 de octubre de 2007. Con una obra prolífica y variada en géneros, es considerado una de las grandes voces narrativas de Colombia y Latinoamérica, perteneciente a ese gran colectivo de autores opacados por el llamado Boom. Sin embargo, con el pasar del tiempo se ha ido consolidando y cada vez son más los lectores y estudiosos de su obra que retoman su legado. Se puede adentrar en su vida recordando que:

Empezó a publicar sus cuentos cuando se matriculó en la mesa del Café Automático que presidía con desdén el maestro León de Greiff, una de sus máximas admiraciones, y, por tanto, influencia poética entre las muchas que contribuyeron a hacer de Espinosa uno de los más cultos escritores colombianos. Sus cuentos fueron recogidos en el volumen titulado La noche de la Trapa (1964). Su primera novela fue escrita en esta misma época, hacia 1966, y fue publicada años después con el nombre de La lluvia en el rastrojo. En esta década, la escritura de Espinosa fue prolífica, lo que generó comentarios en todo el continente latinoamericano. En 1970, su novela Los cortejos del diablo fue publicada simultáneamente en Montevideo y Caracas, gracias a lo cual obtuvo reconocimiento entre los críticos del Cono Sur, y varios escritores del llamado “Boom Latinoamericano” (Banrepcultural 01).

La obra de Germán Espinosa (abril 30 de 1938 – octubre 17 de 2007), es tan amplia en volumen como en los mundos de plurisignificados que construye. Objeto de múltiples estudios, sobre todo después de los años noventa, cuando su obra cumbre La tejedora de coronas, es catapultada por la crítica francesa como una de las mejores novelas latinoamericanas del siglo XX, sigue siendo inagotable en posibilidades de interpretación, debido a que el mundo Ilustrado de Espinosa desborda la tradición literaria colombiana y se erige como un referente difícil de igualar.

En este marco de complejidad, las siguientes líneas se centran en hilar una mirada hermenéutica de unos de los tópicos hallados en el abordaje de su obra, y que a mi parecer se hacen presente en la narrativa de Espinosa de manera frecuente: el encuentro ideológico de mundos distantes, que al aproximarse se transforman y generan crisis ontológicas. Lo anterior, planteado dentro de lo que la escuela de la nueva semiótica ha denominado como “realismo ideológico”, basado en el abordaje del nivel semántico de los textos objeto de análisis, lo cual no quiere decir que no se acceda a otros elementos estructurales que complementen la significación, porque como lo exponen Talens, Castillo, Tordera y Hernández:

Se trata, pues, de valorar estéticamente una producción artística, para lo cual no interesa tanto cómo aparecen los niveles semánticos definidos por disciplinas diferenciadas de la teoría del arte sino cómo se articulan entre sí, cuál es su cohesión y coherencia interna, cuál es el nivel que de forma más totalizadora engloba a los demás en la expresión de los mensajes artísticos (54).

Para tal fin, las obras abordadas como corpus para asumir este reto, son: La tejedora de coronas, La balada del pajarillo y el texto, Noticias de un convento frente al mar, que da título a una colección de cuentos publicados en 1988. En estas tres obras, de distintas épocas creadoras del autor, se dará cuenta la tesis planteada anteriormente, que se podría sintetizar como “mundos en constante colisión”.

I. GENOVEVA ALCOCER, CONTINENTE LIBRE Y MANCILLADO

Intentar una aproximación hermenéutica a la obra La tejedora de coronas, es más que un reto titánico, puesto que nos encontramos ante una de las obras literarias narrativa más complejas producidas en el siglo XX. Germán Espinosa plasma en ella, en sus propias palabras, una metáfora de Hispanoamérica, con todas esas tensiones históricas que la han caracterizado en su formación como continente. Para lograrlo el autor se remite al pasado en un sentido ontológico, para explorar en él las claves secretas que activaron ciertos mecanismos sociales, políticos y culturales que a la postre construyeron ese gran tejido diverso que es hoy el ya no tan nuevo continente. El mejor escenario es el final del siglo XVII en la por entonces atribulada Latinoamérica, acosada por la oscura sombra de España, sometida a los influjos medievales de sus atrasadas mentalidades; y el siglo XVIII europeo, cuando están acaeciendo las grandes transformaciones de orden universal que actuarían como un tsunami por todo el viejo continente, pero que sus olas demorarían muchos años en llegar a España y por supuesto a la olvidada América. Quizás sea necesario precisar que muchas de esas nuevas ideas y sus praxis jamás atracarían en playas latinoamericanas.

En tal sentido Espinosa, estudioso del pasado nuestro1 y de la historia europea, se sumerge en los sucesos, pero no para fotocopiarlos a usanza antigua de la historiografía, sino que los resignifica en un maravilloso ejercicio que toma como fundamento o esencia la palabra. Luz Mery Giraldo recuerda que Ángel Rama había definido al cartagenero como: Un novelista que reingresa a la historia para reelaborarla literariamente; sin embargo, su reingreso no es el de quien se apoya en los hechos, las anécdotas y los acontecimientos, sino el de quien se hunde en lo cotidiano profundo que hay en ella, en ese diario vivir que se hace atmósfera, hábito o costumbre y proyecta una visión (205). Sólo alguien estudioso de aquellos sucesos que se enmascararan en el tiempo bajo la presión de las fuerzas del poder, como bien lo evidencia Nietzsche, podría atreverse a desnudar los episodios ocultos y refrescar el presente con esa mirada de retrovisor, que a la postre cambiará el pasado mismo y por lo tanto el presente. A la manera de la historización del sujeto planteado por el psicoanálisis, Espinosa rompe los límites espacio-temporales entendiendo que: “No habrá en este relato sino periodizaciones cambiantes, difusas, y borrosas a veces… Por el contrario, habrá discontinuidades, quiebres, rupturas, cataclismos, y donde los acontecimientos “fenoménicos” se confundirán con los acontecimientos discursivos”. (Albano 70)

Es por tal motivo, que emprender una hermenéutica total de la obra se anuncia como una limitante, pero se pueden agregar otras interpretaciones y construir de esa manera un nuevo eslabón. Por lo tanto, lo que se plantea aquí es dilucidar esas tensiones entre las ideologías de los dos continentes y que tienen un punto de encuentro en la historia, escenificando una dialógica de mundos. Esas ideologías se reconstruyen desde la óptica del presente que permiten tomar distancia de los sucesos y sopesarlos; se prosopopeya en los personajes y de esa manera el hecho histórico cobra vida y, al estar subsumido en el sujeto, se humaniza; ya no es una historia impersonal que excluye el sujeto de la acción, sino que es el sujeto quien dinamiza el acontecimiento histórico a partir de su discurso. En medio de esas tensiones Genoveva Alcocer es la vitalidad, porque deambula de continente a continente, en una constante búsqueda de su sentido existencial, y, por lo tanto, en ella pervive el mundo americano. De ese encuentro surgirá una nueva Genoveva-América, que descubre que es un híbrido cultural. Ya se ha dicho, en distintos trabajos críticos, que Genoveva viaja en busca del conocimiento al epicentro del siglo de las ideas en donde se mezclan el discurso científico en su apogeo, la filosofía, las ideas de liberación del sujeto y la construcción del Estado, entre ciento más de episodios que se logran novelar en ese gigante monólogo; pero ella viaja desde un entramado cultural que la ha formado alrededor de los parámetros obsoletos del mundo y en un momento de su vida se encuentra envuelta en la mayores tramas históricas del siglo XVIII.

Ese choque no la puede dejar ilesa, por eso el personaje se va metamorfoseando, en su interior la lucha entre dos ideologías crea una posibilidad, el surgimiento de otra Genoveva- América. Es ahí en donde está una clave de interpretación, porque Espinosa no se conforma con mostrarnos los hechos, sino la forma en que éstos llegan a transformarse y a transformar el sujeto de la acción. Al final esa América narrada no es la misma, no es el reflejo de la Europa Ilustrada cuyo punto de referencia es Francia, ni tampoco es la Europa atrasada que simboliza España, es un nuevo continente que se redescubre así mismo y halla un sitio en la historia de la humanidad.

De esta manera, el relato se construye desde una metáfora transcendental, el ataque a Cartagena por el Barón de Pointis, el cual trae como consecuencia la violación de Genoveva. Un continente está amordazado por las formas de gobierno español, dormita en la larga noche americana y de pronto la violencia surge como elemento disparador de los sucesos. Esa misma América había sido ultrajada siglos antes, había sido violada por las pisadas de los conquistadores y desde entonces seguía subyugada. El cuerpo sometido de Genoveva trasluce el continente, lo contiene y lo personifica. Pero sólo después de catorce años ella emprende el viaje que la haría recalar en la historia, abandona la soledad de aquella ciudad aletargada a su destino. Es en ese sentido, el tiempo quien permite hacer entender a Genoveva que allí enloquecería y entonces emprende su viaje bajo la complicidad de la ciencia. El periplo se torna necesario para enfrentarse a su pasado, el cual está cifrado en su existencia, pero es desconocido. El viaje es descubrimiento, para retornar al mismo punto de partida, pero reinventada por los lugares y los sucesos; siendo ella protagonista de los momentos históricos cumbres de la humanidad.

El cierre de la historia refleja la manera como ese nuevo ser híbrido, mezcla de ciencia y superchería, de razón y sin-razón, es incomprendido en un territorio aún sometido por el delirio del poder y barbarie española. La condena de Genoveva es el resultado de la ceguera de ese micromundo llamado Latinoamérica, que no pudo ver reflejada en ella la posibilidad de una ruta identitaria. Esa condena se torna en secuela histórica, porque aún hoy, cientos de años después seguimos navegando en el mar de la incertidumbre cultural que no permite mirarnos claramente a la cara para saber quiénes somos.

II. CENDALES DE FRENTE A LA DIOSA BLANCA

En el año 2000, Germán Espinosa se da a la tarea de escribir una obra cuyo contexto narrativo está situado en una ciudad moderna del fin del siglo XX. Allí, aunque la historia se enmarca dentro de lo que podía clasificarse como novela policiaca, Espinosa retoma el problema del encuentro de dos culturas y las consecuencias que estos choques producen. La novela se desarrolla en dos niveles bien logrados, el primero el de la historia en donde un hombre prototipo del seudoartista moderno, cuya visión de mundo se construye a partir del manejo ilustrado del conocimiento, es decir, del mundo razonado, es puesto en situación de abismo al ser desterritorializado por una mujer que ingresa a su mundo de la vida para deconstruir sus esquemas sociales, éticos y morales. La historia es la ruta de descenso de un hombre frente al deseo convertido en concupiscencia, encarnados en Mabel Auseulou, una extraña poeta española quien juega con los hombres en una especie de seducción que mueve el mundo desde el Eros a Tánatos.

El segundo nivel, es decir, el plano discursivo, aquella cuya hermeneusis exige al lector una mirada buceadora, se construye a partir de la puesta en escena de la Diosa Blanca; Espinosa mismo anuncia la motivación de esta escritura al afirmar que:

El argumento consiste en la deliberada alteración (¿fabulación?) de un acontecimiento real que Josefina y yo vimos hacia 1968 y que bien pudiera haber hallado cabido en estas memorias, si no fuera porque debe borrarse en provecho de la ficción. La insistente mención de la Diosa Blanca pretende ser, por supuesto, un tributo a Robert Graves, uno de mis autores favoritos como poeta y como novelista (La verdad sea dicha 412).

Es de ese modo, que la estructura misma de la novela conduce al lector por un mundo de disertaciones que ayudan a reconstruir el sentido de la obra. De entrada, la novela se anuncia compuesta de tres grandes capítulos, cada uno de ellos remite a un plano de significación que entreteje la historia con un trasfondo mítico como explicaré a continuación. El primer capítulo titulado Las bodas de Epimeteo, pone en escena el nacimiento de Pandora, gracias al desaire que Prometeo le hace a Zeus al robar el fuego y regalárselo a los hombres. La venganza del amo del Olimpo consiste en crear la mujer más hermosa del universo pero que a su vez contiene todos los males. Prometeo sabe de la astucia de Zeus y por eso no cede a la belleza de Pandora, pero su hermano Epimeteo cae rendido ante tal deslumbramiento y con ello desata todos los males en la tierra. Este primer encuentro vislumbra, en la trama, como los desencuentros divinos traen maldad para los hombres, y de cierta manera tipifica una tradición mítica de la mujer portadora de los males, dentro de una visión patriarcal de las sociedades, como lo hace notar Robert Graves.

El segundo capítulo, cuyo título “…el cielo que me tienes prometido…”, remite a un poema anónimo de la tradición castellana, ingresa unos nuevos elementos a este mundo de encuentros, el primer cuarteto del soneto es el siguiente: “No me mueve, mi Dios, para quererte / el cielo que me tienes prometido, / ni me mueve el infierno tan temido para / dejar por eso de ofenderte.” (Böhl de Faber en La balada del pajarillo 82). En ese sentido, el encuentro se plantea aquí entre el idealismo y el amor místico. El mundo de los deseos (Mabel), empieza a invadir el mundo de la razón (Cendales), de esa manera se trastoca el plano de lo cotidiano creando una atmósfera de misterio propia de las novelas góticas, pero trazada por la construcción de un escenario en donde lo simbólico desempeña un papel fundamental. En Espinosa la narración se convierte en pretexto para construir una historia de múltiples significaciones que requieren de un lector avezado que sea capaz de bucear en los indicios que va dejando entre líneas. Los nombres de los personajes, las alteraciones oníricas, las relaciones entre el arte y el misterio, todos estos elementos se concatenan de manera tal que ayudan a pensar que, aunque la historia tenga un espacio definido en un tiempo cercano, sus consecuencias míticas se trazan en el sin-tiempo, es decir, el tiempo de lo simbólico. De ese encuentro, sale triunfante el deseo, pero esa es una máscara que detrás esconde un aroma maligno que termina por cegar a Cendales. La Diosa Blanca le proporciona todo el placer, pero hurga los instintos más oscuros y saca a flote el arcano que habita en cada ser humano. En ese sentido, el amor idealizado por Cendales es sometido a las más duras pruebas, y sin darse cuenta empieza un lento sacrificio que lo conducirá a la destrucción.

El tercer capítulo, “La caja de Pandora”, se plantea como desenlace, pero también como la caída final del hombre de la razón ante el mundo de lo mítico-simbólico. Ese leve encuentro entre Cendales y Mabel ha provocado un destino irreparable en el primero, pero de igual manera altera a la segunda. Para Cendales el mundo que deconstruye en su periplo por los abismos del deseo lo hacen padecer, sentir el descenso, revivir antiguas llagas de su existencia, en Cendales se cruza el hombre presente en debate constante con su historia, funciona como un espejo retrovisor que permite desandar los caminos. Por su parte, Mabel posee la belleza, es el objeto del deseo y a su vez el objeto de perdición de quienes acceden a ella, por eso el nombre de Pandora con el que juega Espinosa, ella contiene todos los males de la tierra, pero también la esperanza, que en la novela se centra en las artes: La poesía, la música y pintura.

Por lo tanto, Braulio busca en Mabel el sumun del arte, el sueño de cada artista de encontrar la esencia de la belleza y de esta manera poderla plasmar en su obra, que no es más que la recuperación de sus vivencias en la caída; y como lo anota Valencia, esto “Constituye una especie de palimpsesto fatal para el narrador, ya que su paranoia es consecuencia irremediable de su ilimitada imaginación y erudición, pues asume como vivencia sus elucubraciones y obsesiones, hasta hacerlo perder la conciencia de la realidad” (295). En esa búsqueda queda planteada, en la novela, la imposibilidad de acercarse a la totalidad del arte sin enfrentarse a la deconstrucción de las cosmovisiones; como en la propuesta de Rimbaud, sólo se accede al arte mediante el desorden de todos los sentidos. Las memorias del trance de Cendales en su caída, es al mismo tiempo el germen de su obra, al final queda literaturizado su descenso, que quizás, para seguir conversando con Rimbaud, se trata de los vestigios de una Temporada en el infierno en donde exclama: “No echo de menos el siglo de los corazones sensibles. Cada uno tiene su razón, su desprecio, su caridad: yo conservo mi sitio en la cumbre de esta angelical escala de buen sentido” (19)

La muerte de Mabel, es la imposibilidad del equilibrio, el destino de los hombres es trágico y el encuentro con la belleza apenas una posibilidad. La Diosa Blanca cobra un alto precio a quienes osan acercársele, ella contiene el germen del máximo placer y el máximo castigo, pero es el riesgo que deben correr aquellos quienes desean contemplar la belleza a los ojos. Ese quizás sea el sentido profundo de aquella frase en la Advertencia Preliminar, cuando el compilador de las memorias de Braulio Cendales es tajante al exclamar que aquello queda escrito “quizás para ejemplo de mortales” (La balada del pajarillo 14).

III. COLISIÓN ERÓTICA EN UN CONVENTO FRENTE AL MAR

En este cuento escrito por Germán Espinosa en el año 1976, se entrevé de nuevo el encuentro de mundos, en este caso configurados desde lo erótico y accionado en un espacio que podría ser asumido por un lector desprevenido como el menos adecuado, pero que en esencia es pensado como un mundo que cruza las necesidades de la búsqueda del deseo por parte de la protagonista. En ese sentido, hay una trasgresión narrativa en el mismo hecho de situar las acciones en un claustro de monjas el cual se supone es territorio de castración. La protagonista narra su vida desde un presente sólo puesto en evidencia al final del relato, misma estrategia narrativa usada en La tejedora de coronas; y de esa manera en lector se sumerge en los hechos que llevan a construir el futuro destino de una jovencita quien es remitida a un convento en el cual su breve estancia marcará el derrotero sexual de la misma. Los mundos encontrados allí son los de Eros y sus múltiples posibilidades, debido a que la joven novicia no conoce aún el universo de la sensualidad que dormita bajo sus hábitos y es Helga, una avezada monja quien en un acto de provocación abre el mundo del erotismo e introduce allí a la novata monja.

Los elementos narrativos puestos más allá de la historia son los de la transgresión, el deseo, la configuración del amor y el descubrimiento de la esencia de mujer; en ese sentido la protagonista realiza un periplo interior enfrentándose a las dualidades morales que se plantean desde el mundo religioso y desde el mundo de los deseos humanos. Por un lado, la hermana Nicolasa es la encarnación de la bondad y el respeto de los preceptos eclesiásticos, mientras que Helga es la tentación personificada que merodea el convento, pero es también la posibilidad del descubrimiento sensual de la protagonista. En medio de esas opciones, la joven novicia se deja llevar primero por el deseo del cuerpo, en un amor fogoso que le ofrecerá el placer total, pero también el dolor interno y el rechazo del objeto del deseo, por eso al recobrar el pasado la voz protagonista que narra dice: “Se me dificulta, pasado tanto tiempo, discernir los procedimientos que empleó la bella Helga para convencerme de que me rindiera a su amor” (Cuentos completos 242).

Por su parte Nicolasa encarna la férrea moral que no le importa sacrificar el cuerpo por obtener el respeto por la norma, y ese sacrificio hace mutable el carácter de la novicia adentrada en los deseos de la carne:

Estaba resuelta a no tolerar que continuaran nuestras relaciones pecaminosas y la tenacidad de su propósito le permitía sacar fuerzas de la nada. No sé si fue a partir de aquella escena, cuya violencia se desenvolvió en el más imperioso silencio, que el odio que sentía por la anciana empezó a trocarse en una paulatina pero floreciente gratitud (Cuentos completos 252).

Se presenta allí la lucha interna entre los valores morales establecidos en la protagonista y el deseo del cuerpo-erotizado. Hay que recordar que la historia sucede a inicios del siglo XX y la influencia de la religión era un demarcado paradigma en la formación de las mujeres. Entonces el relato nos muestra la opción de la joven, su acto de rebeldía ya no es contra el monasterio en sí mismo, sino contra su cuerpo, debe liberarse, hallar un lugar en la geografía humana, por eso la desnudez ante el atónito médico no es un acto sexual, sino espiritual. La joven se reconoce como mujer, se despoja de los hábitos y toca las campanas con vehemencia, para que todos se enteren, para comunicarle al mundo que ella es cuerpo, es decir, mujer.

De ese modo, pasados setenta años de los hechos, la memoria los reconstruye para tratar de justificar un presente; de alguna manera retornar a la historia individual es la manera más directa de desentrañar el destino. Aquella joven novicia no terminó siendo una amante lésbica a pesar de haber sido iniciada por Helga en esas lides, tampoco emprendió el camino de la beatitud; descubrió un tercer escenario siendo la administradora de un prostíbulo frente al convento, en un acto de total trasgresión. Como en las novelas anteriores comentadas, el encuentro entre concepciones ideológicas diferentes, desencadenaron una opción liberadora, pero al mismo tiempo una extraña sensación de inutilidad frente al destino; así parece sentenciarlo la voz narradora: “Pero no está mal que a veces quiera acabar de comprender lo que realmente le ocurrió a mi vida, ya que los años al pasar me han demostrado que, a los rebeldes y a los soñadores, una vez cumplidos nuestros más caros sueños. Sólo no quedan el desamparo y la resignación” (Cuentos completos 259).

IV. MUNDOS COLISIONADOS Y ESCRITURA

Hay un elemento común que surge de esos encuentros entre mundos, en esos diálogos y choques ideológicos, es la escritura. Genoveva Alcocer, mediante ese inmenso monólogo recupera su trasegar por el mundo físico y por el mundo de las ideas, y queda la obra plasmada como testigo inmemorial de un tiempo que fue recreado. La ficcionalización alteró la historia oficial, ya no puede pensarse en Voltaire sin añorar la compañía de la cartagenera en sus disertaciones. La nueva versión de los hechos está tamizada por el arte.

En el caso de Braulio Cendales, sucede lo mismo, la obra surge como necesidad de expresar la caída, la derrota final del mundo cotidiano y razonado, para darle paso a sus memorias recopiladas en diarios delirantes. La obra surge cuando el autor ha tocado el fondo miserable de su destino. Y en el caso del cuento Noticias de un convento frente al mar, la protagonista rememora su pasado y por medio del pensamiento recrea esos sucesos distantes, pero lo hace con la intención de encontrar claves que la hagan entender su presente ahora que está cercana a la muerte. En ese sentido, su recuerdo es escritura, es el intento de alterar los hechos desde el lenguaje.

Finalmente, es necesario decir que este recurso de Espinosa es constante en su obra. Enfrentar los mundos posibles para hacer surgir una nueva visión de los sucesos, es también posibilidad del surgimiento de la escritura. Esta tensión se hace presente también en el Signo del pez, por no hablar sino de una de sus otras obras monumentales, y conducen al lector a desentrañar niveles de significación más profundos que la secuencia de la historia, convirtiéndolo en un verdadero hacedor de literatura, porque como lo expresa el mismo autor: “El arte se halla ligado a la vida, no al alma de los tiempos” (Espinosa en Guerra 19).

Notas

Hablo de pasado nuestro porque en el sentido estricto de la historia considero que ella no ha sido construida, de ahí la importancia misma de obras como la de Germán Espinosa que permiten revalorar los hechos y los procesos históricos

Obras citadas

 Albano, Sergio. Arqueología del psicoanálisis. Buenos Aires: Quadrata, 2006.

Biografía de Germán Espinosa. Banrepcultural. Recuperado de https://www.banrepcultural. org/proyectos/german-espinosa/biografia-de-german-espinosa, 2017.

Espinosa, Germán. La balada del pajarillo. Bogotá: Alfaguara, 2000.

—. La verdad sea dicha. Mis memorias. Buenos Aires: Taurus. Alfaguara, 2003.

—. Cuentos completos. Ministerio de Cultura. Bogotá: Arango Editores, 1998.

Giraldo, Luz Mery. Fin de siglo: Narrativa colombiana. Cali: Universidad del Valle, 1995.

Guerra, Gustavo. El mundo según Germán Espinosa. Bogotá: ICONO, 2004.

Rimbaud, Arthur. Una temporada en el infierno. Bogotá: Áncora Editores, 1993.

Talens, Jenaro y otros. Elementos para una semiótica del texto artístico. Madrid: Cátedra, 1995.

Valencia, César. “Los misterios de la diosa blanca en la Balada del pajarillo”. En Germán Espinosa. Señas del amanuense. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 2008.

Edzon Castillo Montoya

 Docente y escritor colombiano, magister en Literatura. Autor de libros en el campo de la poesía, el cuento y el ensayo de investigación, entre los cuales se destacan estos últimos: 5 arpegios en clave desolación (poesía 2015); Artefacto ludens, un juego desgenerado (poesía 2017); Miradas, bosquejos y alucinaciones (coautor) (crítica literaria, 2017). Actualmente se desempeña como Director del IDEAD – UT.

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