En América dejamos de creer
en las pisadas de los dioses.
Cogimos trenes, sí, pero
nunca conseguimos destino
al que llegar, boca de lobo.
En América las noches eran
también banderas y nos
acostumbramos al receso
de los sueños, pauvres morts
dans l’été, he aquí una historia.
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En América nos llamamos Mike
o Kathleen y nuestros hijos juegan
con sus cuerpos de color sobre
la hierba. Hay algo de plenitud
en nuestros actos. Tenemos un
lugar desde el que comenzar.
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En América no leemos a Walter
Hugo Mãe. Tal vez porque piensan
que es un poeta pequeño escribiendo
desde un país pequeño. Los tamaños,
las flores y el amor son siempre
difíciles de explicar a quién cree
que lo tiene todo.
***
Si Walter Hugo Mãe
fuera un poeta pequeño
no habríamos leído meu pai
já conheço o vão da tua fome
y hablaríamos aún de cuerdas
y oleríamos como huele el verano.
***
La poesía es política en
América. Es cabeza sin ojos
sin lenguaje. Los poetas
aúllan en la costa este y
despiertan las conciencias
de mujeres de San Francisco.
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Los poetas y los ladrones
intercambian los teléfonos
en esquinas borradas por
la lluvia. Puedes comprar
un libro de poesía antes
de querer comprar un
libro de poesía.
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En América nos prestamos
las voces para hablar de otro
tiempo.