Mi casa, se asemeja una caja de zapato, ubicado a ocho pisos de altura. Intento acobijarme en sus rincones, perfectamente vacíos.
Me camuflo de los vientos y sobre todo de tus pánicos incesantes.
Algunas veces soy un endemoniado que recorre a extensos trotes el cuarto
vacío de materiales, que evidencien vida humana, vida políticamente sana.
Otras veces me repliego en sus esquinas para no tentar a la muerte,
para no escuchar los taladros que arremeten contra mis paredes, contra esta
caja vacía.
Miro a través de las ventanas y veo diminutas formas,
intento reconocerme en ellos, sin embargo no veo sus rostros,
solo siluetas cubiertas de plásticos en los rostros y bozales que les impide
proferir palabras y mucho menos gritar mi nombre.
igual. Sé que no encajo en sus categorías de belleza contemporáneas. Pues tengo
un cuerpo esquelético, con tumores en el cuerpo, con fecha de vencimiento (eso he oído)
No sé en qué momento podre ser libre, y salir a caminar por el mundo, a
descubrir sus espacios secretos, a jugar con la lluvia, a conocer más seres como yo.
Es cierto, no tengo cabello; no siento los sabores agridulces de las comidas.
Solo intento digerir lo poco que me dan.
Intento no gritar, por miedo a los sonidos de las paredes, por miedo a mis
convulsiones o desmayos repentinos.
Cuando eso sucede, finjo que duermo profundamente y me quedo tieso, inerte.
Seguidamente una masa de personas se atropella ante mí, como moscas ante un cadáver en
descomposición. Oigo sus ruegos, sus miedos que se cristalizan en lágrimas.
De reojo veo los pasillos extraños, lúgubres con ventanas cubiertas de diarios.
Y siempre aparece ese mismo cartel en la entrada de la puerta que dice:
[Sala de quimioterapia]
Olger Huamaní Jordán
Universidad Nacional Federico Villareal. Lima, Perú.