"El mago y las perlas negras" de Jorge Mella Sarria.
Fecha
31 de Julio 2022
El caso de la humanidad fue interesante.
Del material histórico recopilado y salvaguardado, fue un poema escrito por el médico italiano Girolamo Fracastoro el que nos permitió darle a esto un origen narrativo. Decían sus versos que, en una pradera europea, un pastor llamado Sífilo contrajo una nueva y extraña enfermedad, tras desobedecer a sus dioses en medio de una invasión forastera. “Syphilis sive morbus gallicus”, terminó bautizando el llamado “mal francés de la Tierra” con el nombre de su protagonista, así como también humanizó y le dio forma conceptual a la patología.
El impacto en la civilización de un cuadro perpetuado mediante el contagio por transmisión sexual repercutió irreparablemente en la psiquis de la especie. Tallados en madera como Der syphilitische Mann, de Albrecht Dürer, y baladas como La Belle Dame sans Merci, de Juliane Keats, son evidencia de la tribulación colectiva. Los esfuerzos científicos dieron con el responsable: una bacteria, del tipo espiroqueta, a la cual denominaron Treponema pallidum pallidum, transmitida única y exclusivamente entre personas, sin afectar a ninguna otra forma de vida del planeta. Sería, luego, el microbiólogo japonés Hideyo Noguchi quien terminara demostrando la presencia del germen en el tejido cerebral. La sexualidad de la población se reestructuró en el aparato neurológico y mental de sus individuos. Una pesadilla inevitable, en tanto que soñar también lo era. El caso resulta un claro ejemplo de jaque entre naturaleza y vida.
Se inventaron formas eficaces de diagnóstico,
incesantes tratamientos antimicrobianos e incluso se perfeccionaron las disciplinas de la dermatología y la venereología. Hubo toda forma posible de prevención, desde barreras físicas de cuero y látex hasta fármacos que controlasen el impulso de la libido implacable en los sectores de mayor riesgo (que terminó siendo el mundo entero). Instituciones completas dedicadas al seguimiento y control de la sífilis. Los esfuerzos, sin embargo, fueron descritos por la misma humanidad como un trabajo similar al de levantar una roca cuesta arriba en la montaña solo para verla caer al final de cada jornada.
Se ha postulado como punto de inflexión cultural el momento en que se hizo de conocimiento público el que la espiroqueta se hubiese vuelto resistente a las últimas terapias. Famoso fue el discurso del académico y médico chileno Manuel Félix Salvo, ante los altos comisionados de la Organización Mundial de Salud, cuando aseguró el triunfo del patógeno, “la gran imitadora”, que palidecía la complejidad de otras infecciones conocidas, virales, bacterianas, fúngicas, la que fuera. A los humanos la arsfenamina y la penicilina no les sirvió por más que un par de años desde su elaboración. Al parecer, los filamentos citoplasmáticos de proteína A de la bacteria —que se movía como un sacacorchos— habrían interactuado con los cromosomas indicados del microorganismo para lograr su mutación. Nunca lo supieron con certeza. La humanidad no tuvo el tiempo ni la determinación de continuar con la epopeya. En defensa de ella, son muchas las hipótesis actuales que reivindican esta decepción a favor, más bien, de una decidida aceptación. La eternidad como ilusión a la espera de un punto final.
El caso de la humanidad no deja indiferente a ninguna especie sentiente, incluidas aquellas que distan radicalmente en su forma de reproducción y preservación. Es imposible predecir la historia del próximo Sífilo; su momento, su tiempo y el color de su pradera.
Todas las otras civilizaciones extintas que hemos logrado estudiar en esa región particular de aquel brazo espiral menor de la galaxia terminaron sus cronologías, directa o indirectamente, a causa de conflictos bélicos. La única especie que no sucumbió ante la guerra fue la humanidad. Tras once mil años desde los primeros poblados en la marisma aluvial del Tigris-Éufrates, los humanos, en pocas palabras, optaron por una gran orgía final.
Leonardo Espinoza Benavides
Médico-escritor y editor chileno especializado en ciencia ficción. Como médico, es especialista en dermatología y venereología, con estudios en psicodermatología. Como escritor, ha publicado la colección de cuentos Más espacio del que soñamos (Puerto de Escape,2018) y la novela Adiós, loxonauta (Sietch Ediciones, 2020). Su relato “Octobers/October” fue destacado por la revista estadounidense Publishers Weekly, calificándolo de «vívido» y enraizado en la historia de Chile, y su relato “La herradura entre las zarzamoras” se encuentra en preproducción para una adaptación cinematográfica bajo el título Baldomero, dirigida por el realizador Jorge Zavala Berríos. Como editor, trabaja en Sietch Ediciones y ha estado a cargo de las antologías COVID-19- CFCh: Antología sci-fi en tiempos de pandemia (2020) y Pacífica: Crónicas atemporales de la guerra (2021). Actualmente es el Coordinador de la Asociación de Literatura de Ciencia Ficción y Fantástica Chilena (ALCIFF) y es miembro asociado de la Science Fiction & Fantasy Writers of America (SFWA), así como parte del comité organizador de la convención mundial de ciencia ficción FUTURE·CON. Reside en Santiago de Chile junto a su esposa Daniela y su perrito Hulky.